Error fatal.- Llegaron de la mano del narcotráfico, al que sirven de brazo operativo para ajustar cuentas o quitar del medio a un rival o competidor, pero hace tiempo que en este país los sicarios no solo los utilizan los narcos. Aquí se han contratado asesinos a sueldo para que una mujer joven y ambiciosa se pueda quedar con el dinero y los bienes del marido que le lleva 30 años, para matar al abogado que ha cometido la imprudencia de ganar un pleito de tierras, a la esposa a la que por algún motivo (empezando por la obligada repartición fifty- fifty de los bienes habidos durante el matrimonio) se quiere despachar al otro mundo, y también para no tener que pagar una deuda cuyo deudor apremia demasiado, pues está requetesabido que los muertos con tierra tienen.
Ese aumento de la demanda de tan siniestro servicio, lógicamente, alguien tiene que suplirlo, y dado nuestro conocido problema de criminalidad no hay porqué extrañarse de que, prácticamente de un día para otro, ande el sicario al pecho. Esa abundancia ha tenido, también, una consecuencia funesta; la devaluación dramática de la vida humana, pues por tan solo cinco o diez mil pesitos cualquiera puede contratar un matón para darle pa´ bajo a su enemigo favorito. Todo esto, a propósito de la muerte de un ingeniero al que unos sicarios confundieron con la persona a la que se les encomendó asesinar, al que sin embargo no pudieron matar no obstante le hicieron una gran cantidad de disparos mientras transitaba hace unos días por una conocida avenida de la Capital.
Estamos ante un problema grave, tan grave que el ingeniero Wilson Alejandro Amparo Luna, un joven profesional con un mundo por delante, ya no está junto a los suyos simplemente porque un buen día, mientras acompañaba a su esposa a repartir unas invitaciones, tres sicarios chapuceros cometieron el fatal error de confundirlo con el hombre al que acordaron asesinar por 200 mil pesos. ¿Quién podrá defendernos?