Qué se dice

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Indolencia.-   Contaba el ingeniero Rafael Corominas Pepín, durante su comparecencia esta semana al Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio, que en el 2003, a raíz del sismo que afectó una gran cantidad de edificaciones, en su mayoría escuelas,  en la provincia de Puerto Plata, el presidente Hipólito Mejía le encomendó crear   una comisión para hacer una evaluación de los daños y hacer las recomendaciones de lugar, como en efecto se hizo.

La idea de crear la Oficina Nacional de Edificios Existentes –según Corominas Pepín– era  la de realizar una evaluación técnica de las edificaciones, sobre todo de las  que albergan mucha gente durante mucho tiempo como lo son escuelas, hospitales, cuarteles militares e iglesias, entre otras, para determinar  cuáles ameritaban  ser intervenidas con métodos y materiales para reforzar sus estructuras y hacerlas menos vulnerables.

¿Qué pasó con los resultados de esa evaluación, que bien pudieran ser utilizados  como punto de partida del  estudio de las edificaciones del país que al otro día de producirse el terremoto que devastó Haití anunció  el secretario  de Obras Públicas, el ingeniero Víctor Díaz Rúa? Fue engavetado, y debidamente olvidado, en algún oscuro rincón de nuestra parasitaria e ineficaz burocracia, pues en opinión del especialista en construcción sísmica la tarea que proponía realizar no se ve y por lo tanto no reditúa votos.

 Todo ese despliegue de indolencia que nos damos el lujo de exhibir se produce en medio de los unánimes pronósticos de los especialistas  en sismología enganchados  a profetas del desastre  que afirman que  tarde o temprano un terremoto de gran magnitud nos hará recordar el fin del mundo, como acaba de ocurrirle a nuestros vecinos.

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