El mudo.- Es un hecho que al presidente Fernández no le gusta hablar con la prensa dominicana, que no se siente cómodo bajo el fragor de las preguntas de los reporteros, siempre imprevisibles y a menudo impertinentes, y esa resistencia a interactuar con quienes le acompañan día a día en la tarea de gobernar ha terminado convirtiéndose, de tan reiterada, en una política de comunicación. O en una antipolítica, según se mire, pues no faltará quien sostenga que esa negativa del mandatario a comunicarse con la prensa de su país a quien perjudica finalmente es al propio gobierno y al propio gobernante, pues ese camino solo conduce a la pérdida de sintonía con sus gobernados.
Aún así se insiste, desde editoriales y columnas periodísticas, en que el Presidente se dirija al país para llevarle un mensaje de aliento y orientación en estos momentos de incertidumbre, cuando empiezan a surgir ominosas señales de perturbación social y pérdida de confianza en lo que nos depara el futuro. Pero sea que atienda o no tan pertinente reclamo, lo cierto es que el doctor Leonel Fernández nunca ha sido, en el sentido estricto de la palabra, un presidente comunicativo, abierto y asequible al que la gente siente próximo y cercano porque sabe lo que piensa sobre los principales problemas que nos agobian y cómo se propone resolverlos, una paradoja digna de resaltar tratándose de un político elogiado por sus dotes de buen comunicador.
Desde luego, cualquiera me razonará que un político con su historial de éxitos no necesita cambiar de estilo ni de modelo y eso es verdad, pero también lo es que los estilos terminan cansando, que los modelos se agotan y que la gente se jarta (con jota suena más contundente) de que le hablen bonito y no le resuelvan los problemas que le amargan la vida. De todas maneras, y si ese es su presidencial deseo, el presidente Fernández puede seguir evadiendo a la prensa o utilizando mensajeros para embullar a la opinión pública. Total, él es quien se lo pierde.