Falta de pudor.- Antes de que las críticas de Fidel y el presidente Fernández al tóxico y decadente capitalismo o las protestas en poblaciones del interior en reclamo de obras elementales nos obliguen a pasar la página de la atención pública, conviene detenerse un momento en los argumentos esgrimidos en pleno hemiciclo por los senadores que reclaman un aumento de sueldo que ponga fin a la injusticia que supone que los diputados ganen mas que ellos, pues son esos argumentos la mejor medida del despropósito de la pretensión, pero también del cinismo y la total ausencia de pudor de los reclamantes.
¿Cómo aceptar como bueno y válido el argumento de que la desaparición (?¿) del elusivo hombre del maletín de los quehaceres legislativos es otra razón más para justificar ese aumento? ¿Cómo tienen la cachaza de proclamar que el famoso barrilito, por el que cada senador recibe mensualmente un mínimo de RD$450 mil y un máximo de poco más de un millón de pesos en atención a la población de cada provincia, equivale a unos chelitos que apenas alcanzan para satisfacer las necesidades de su clientela, perdón quise decir de sus partidarios y conmilitones?
A pesar de que, como no se cansan de repetir por ahí, los dominicanos hemos perdido la capacidad de asombro, no debemos tomarnos este desagradable episodio como una gracia que debamos celebrarle –aplausos incluidos– a esos senadores, ni tampoco como otro escándalo mas, de esos a los que estamos tan acostumbrados, al que es preferible darle la espalda o sepultar en el olvido, sino como lo que realmente es: otra señal, esta vez clara e inequívoca, de que nuestra degradada clase política hace rato que pasó los límites de lo tolerable en cualquier democracia que se respete.