La venganza haitiana.- No se asuste con el título, que no es para tanto. La primera vez que escuché la expresión, en medio de la lluvia de recriminaciones y epítetos contra el gobierno haitiano a causa de su decisión de prohibir, con la mentirosa excusa de la gripe aviar, la importación de pollos y huevos desde la República Dominicana, me quedé dándole mente. Al enterarme ayer, a través de una queja pública de la presidenta de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), Ligia Bonetti, de las intenciones del gobierno haitiano de prohibir a partir del próximo primero de agosto las importaciones de productos plásticos, por los que los haitianos pagaron el pasado año US$75 millones, volví a recordar la expresión. Primero fueron los embutidos, luego los pollos y huevos, y ahora los productos plásticos. ¿Qué prohibirán mañana? ¿A qué sector perjudicará el próximo ataque destinado a dañar un mercado que el pasado año exportó hacia Haití US$875 millones? ¿Cómo no van a preocuparse nuestros sectores productivos si hay tanto en juego? A tono con esa preocupación, la presidenta de la Asociación de Industrias le ha pedido al gobierno que haga lo que se supone tienen que hacer los gobiernos en estas circunstancias: defender a los sectores productivo nacionales de los efectos de la guerra comercial no declarada por nuestros vecinos. Lamentablemente, la experiencia con los huevos y pollos nos enseñó que es muy poco, para no decir nada, lo que puede hacer el gobierno para obligar a los haitianos a comprar lo que no quieren comprar. Pero tampoco hemos sido capaces, en reciprocidad, de devolverles el favor aplicando nuestras leyes de migración, por temor al qué dirán de los organismos internacionales. Mientras tanto, y crea usted o no que todo esto es parte de la venganza haitiana, lo cierto es que nuestros vecinos han encontrado la manera de golpearnos donde más nos duele sin que podamos hacer nada para impedirlo.