Pobre justicia.- Hay que reconocerlo: la circunstancia -la celebración del Día del Poder Judicial- no podía ser más propicia para exponer las precariedades y carencias que aquejan a la justicia dominicana, aunque por momentos pareciera que el discurso del presidente de la Suprema Corte, el doctor Mariano Germán, obligara al presidente Danilo Medida a tomar repetidos sorbos de agua para borrar el mal sabor a recriminación que por momentos destilaban sus palabras.
La crudeza conque expuso las miserias materiales del Poder Judicial, desde la falta de edificios apropiados para alojar sus tribunales hasta la ausencia de instalaciones sanitarias donde realizar las más elementales de las necesidades, mostró, ciertamente, su cara más pobre y miseriosa, pues de otras pobrezas ya teníamos sobrado conocimiento. Claro está, de esas otras pobrezas no habló el Presidente de la Suprema Corte, quien en cambio destacó que los jueces que integran el Poder Judicial trabajan con apego a la ética, y hasta se dio el lujo de soltar una fanfarronada inocente al proclamar que esos jueces no aceptarán presiones de los grupos (que por cierto no identificó) que suelen forzarlos a tomar decisiones proclives a intereses y con la rapidez que destruye la prudencia- Si me preguntaran qué me pareció el discurso diría que fue una pieza destinada, fundamentalmente, a convencer al presidente Medina del error de no asignar mayores recursos al Poder Judicial, que por demás cumplió adecuadamente con el ritual propio de la ocasión como lo es pasar balance a los logros (reales o imaginarios) alcanzados durante el 2012, año que el magistrado Germán definió como productivo.
Si cumplió o no ese propósito es otro cantar, pues me cuentan que el mandatario se mantiene inflexible en su exigencia de que todas las instituciones del Estado, empezando por la Presidencia de la República, tienen que hacer de tripas corazón y arreglárselas con el presupuesto asignado.