Un caso patológico.- Así lo definió el titular de la Dirección de Persecución de la Corrupción Administrativa (DPCA), Hotoniel Bonilla, a quien no debe cargársele demasiado el dado por no encontrar otra forma de explicarse porqué el ingeniero Héctor Rodríguez Pimentel, actual director del Instituto Agrario Dominicano (IAD), se ha visto envuelto en tantas denuncias sobre actos de corrupción mientras se ha desempeñado como funcionario público.
El dirigente reformista, que siempre se defiende como gato bocarriba, ha respondido de inmediato a Bonilla acusándolo de ser parte de la campaña difamatoria que promueven en su contra sus adversarios políticos, a los que por cierto no identificó, que no le perdonan –dice– el trabajo que ha realizado en procura de una alianza electoral entre el PLD y los balagueristas que siguen al presidente Leonel Fernández.
Los hechos, sin embargo, están ahí, imposibles de negar o desmentir, como acaba de mostrarnos Nuria Piera en uno de sus más recientes reportajes, en el que aparece Rodríguez Pimentel vinculado a denuncias o acusaciones de corrupción y actos dolosos en tres administraciones diferentes, empezando por la del doctor Joaquín Balaguer, siguiendo con Hipólito Mejía, y ahora con Fernández –su nuevo líder– y el PLD.
Es posible que usted, a falta de una explicación sociológica al éxito de un político que a pesar de todos esos tropezones sigue tan campante, termine estando de acuerdo con el diagnóstico de Hotoniel Bonilla, pero en honor a la verdad hay que señalar que esa explicación no puede radicar únicamente en la patología que padece el director del IAD, sino que hay que buscarla también en los políticos que no obstante conocer de sus andanzas y la reputación que ha dejado a su paso por la administración pública lo han premiado con muy buenos cargos, simplemente porque solo piensan en sus intereses, los de sus socios de ocasión o aliados circunstanciales.