Mal de muchas.- Si me condenan por un apartamento, habrá que condenar al país entero. Así respondió Sobeida Félix Morel, amante del capo boricua José David Figueroa Agosto, cuando Alicia Ortega la cuestionó sobre el apartamento que le regaló su compañero, que por entonces se hacía llamar Cristian Almonte, y que por supuesto no tiene cómo justificar, como no tienen la manera de justificar tampoco–dice Sobeida– muchos militares (y yo agrego funcionarios) las villas y apartamentos lujosos que poseen.
¿Cuántas mujeres en este país, amantes o queridas de empresarios, políticos, banqueros, terratenientes y militares (etcétera) son beneficiarias de un apartamento, una yipeta, un Mercedes Benz, prendas preciosas, viajes al exterior y gastos que no pueden de ningura manera justificar? Cuando hace unos años alguien se inventó a las famosas megadivas tuvimos la oportunidad de confirmar lo que ya sabíamos desde hace tiempo pero que solo comentábamos de las puertas hacia dentro, como se tratan las verdades incómodas: que una mujer hermosa puede vivir cómodamente, y a todo lujo, del producto de su finca.
No estoy defendiendo o justificando el proceder de Sobeida, como no lo haría de ninguna otra mujer así viva –literalmente– de su belleza física o de sus destrezas amatorias, porque en realidad eso no es lo que está en discusión ni es mi propósito juzgar lo que cada quien hace con su cuerpo, su única, verdadera y más íntima posesión. Sí me atrevo a advertir desde aquí, y que me perdone el Ministerio Público la insolencia, que ojalá las pruebas con las que se pretende inculpar a Sobeida no sean tan solo el apartamento que le regaló Figueroa Agosto y otros costosos obsequios, pues en verdad, como bien dice la llamada Diva de Najayo, si son susceptibles de ser sometidas a la justicia las personas que en este país poseen bienes y riquezas que no pueden justificar vamos a necesitar mucho mas banquillos y, por supuesto, también más tribunales.