Qué  se dice

Qué  se dice

Preocupaciones ciudadanas
 Un ciudadano común y corriente se pregunta, razonablemente preocupado por la gran cantidad de delitos en los que hay envueltos presuntos delincuentes vestidos de policías (a veces se da el caso contrario y es peor la cosa), si no sería posible que la llamada institución del orden descontinuara la odiosa práctica de mandar a detener sin ton ni son, en cualquiera de nuestras calles y avenidas, a conductores que no han violado ninguna ley de tránsito ni les persigue la justicia. La «normalidad» de esa arbitraria práctica, sostiene el preocupado ciudadano, proporciona a los delincuentes una excelente oportunidad para cometer su delito, pero cada vez menos gente atiende esos intempestivos llamados ante el temor, precisamente, de ser víctima de un asalto, con lo que corre el riesgo de que se trate ciertamente de la Policía y resulte víctima de un letal «intercambio de disparos». ¿No sería posible que la Policía diera seguridades a la ciudadanía de que sus agentes no mandan a detener automovilistas sin motivo ni razón y menos en circunstancias y lugares francamente sospechosos? La pregunta del preocupado ciudadano queda en el aire, pero ojalá no la deje ahí el mayor general Bernardo Santana Páez.

Primero lo primero

 Absolutamente legítimas las preocupaciones del presidente Fernández por las negativas consecuencias que podría tener para nuestro futuro si se mantiene la hasta ahora inconsistente política migratoria frente a la presencia haitiana en territorio dominicano, pero tal vez sea más apropiado ocuparse de otros asuntos mucho más próximos y que ameritan atención más urgente, aunque solo sea para evitar que eso que avizora el mandatario sea una realidad antes de lo pronosticado. ¿Qué necesidad hay de que exista en territorio dominicano, a unos cuantos kilómetros de Dajabón, una fosa común con los cadáveres de los haitianos que murieron asfixiados dentro de un furgón cuando intentaban ingresar ilegalmente al país? Hay que encontrar la forma de retornar esos cadáveres al lugar de donde vinieron, cauterizar esa doliente herida, antes de que se conviertan en mártires de la supuesta expoliación de que son víctimas los haitianos de este lado de la frontera, o acaso en algo peor todavía; en un simbólico cuerpo del delito.

La suerte de Capotillo

 Dado que la percepción que se tenga de determinada realidad es más relevante que la realidad misma bien haría el gobierno en poner su atención a la percepción, cada vez más generalizada, de que la delincuencia ha vuelto a sus andadas, muy a pesar del cacareado Plan de Seguridad Democrática y la ampliación del programa Barrio Seguro, que le ha devuelto la paz a Capotillo, a otros doce barrios «calientes» de la Capital. Puede tratarse de un indeseado efecto mediático producto de la ocurrencia, en los últimos días, de una serie de delitos, entre ellos el asalto a una popular figura de la televisión y su hija, que los periódicos han recogido con profusión, pero lo cierto es que si esto sigue como va el resto país tendrá razones de sobra para envidiar la suerte que ha tenido Capotillo al librarse de la pesadilla de la inseguridad ciudadana.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas