Qué se dice

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Vaqueros en la frontera
El balance de los primeros cinco días de aplicación de la «Operación Vaquero», a cargo de 1,200 efectivos del Ejército Nacional en la franja noroeste de la frontera, ha de tener muy contentos a los responsables de su ejecución, pues se ha incautado una apreciable cantidad de armas de fuego y blancas que se pretendía introducir de manera ilegal al país, así como vehículos y mercancías, sobre todo arroz, al tiempo que se repatrió a cientos de ciudadanos haitianos. Ese positivo balance, sin embargo, no impresiona al padre Regino Martínez, Coordinador de Solidaridad Fronteriza, quien parece convencido de que al igual que en otras oportunidades se trata tan solo de un esfuerzo circunstancial, episódico, y no de una acción a la que se dará seguimiento y continuidad en el tiempo. Cómo nos gustaría que el padre Regino, conocedor como nadie de la dura realidad que se vive en la frontera, pero también de la apatía y la falta de consistencia de los gobiernos para enfrentar esa cruel y dura realidad, estuviese completamente equivocado.

Más allá de Capotillo

El gobierno dejó ayer en funcionamiento, con la fanfarria de ocasión, el programa Barrio Seguro que, dentro del Plan de Seguridad Democrática, será llevado a otros doce barrios de la zona norte del Distrito Nacional, un concurrido acto que encabezó el presidente Leonel Fernández y una amplia representación de funcionarios de primera línea. Se cumple así una promesa de las autoridades a los residentes en esos barrios, entre los que se encuentran –para citar tan solo a los más «calientes»— Gualey, Villas Agrícolas y el Ensanche Espaillat, deseosos de imitar la experiencia de Capotillo, virtualmente liberado de la pesadilla de la delincuencia y el tráfico de drogas. Es ese «éxito» el que las autoridades aspiran multiplicar más allá de las fronteras de Capotillo, para beneficio de otros barrios donde la delincuencia y las mil y una formas que asume la criminalidad reinan de manera impune, pero también la miseria, la marginalidad y la falta de oportunidades que completan el perverso círculo vicioso.

Promesas incumplidas

Todo el mundo está de acuerdo en que la experiencia de Capotillo, sin duda positiva, se multiplique y eche raíces allí donde sea necesario, pues todos nuestros barrios y comunidades, no importa en qué lugar de la insular geografía se encuentren, tienen derecho a vivir en paz, pero no todo lo que allí se hizo, dentro del Plan Barrio Seguro, se hizo bien, o mejor dicho; no todo lo que se prometió, mas que nada lo que se supone acompañaría un proyecto que no solo envuelve el combate frontal a la delincuencia, se ha cumplido ni mucho menos. Entre esas promesas hasta ahora «en el aire» se cita la terminación y equipamiento de la escuela laboral Santa Clara, la remodelación del liceo y la instalación de dispensarios médicos y boticas populares, entre otras pequeñas pero necesarias obras de las que nadie ha vuelto a hablar a pesar de que fueron prometidas en una ceremonia muy parecida a la de ayer, donde también el presidente Fernández estuvo presente como garante de un proyecto –el mentado Plan de Seguridad Democrática– que el gobierno se ha tomado muy en serio.

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