Qué  se dice

Qué  se dice

Entierros.- Si es verdad que de ahora en adelante será la Policía Nacional  la que se ocupe de enterrar a los supuestos delincuentes caídos en intercambios de disparos, su jefatura tendrá   que crear una división de asuntos funerarios que bien pudiera encargar a uno de su tantos generales ociosos, a los que por supuesto tendrá que asignar recursos, equipos y tropas. Solo así, dotándose de la logística necesaria, podrá hacer frente con eficiencia a la tarea que tendrá por delante si nos atenemos al hecho, comprobable  con tan solo abrir los periódicos, de que prácticamente  todos los días muere un presunto   delincuente a manos de agentes policiales, y a veces, también, caen abatidos hasta de tres en fondo. Esos entierros con música estridente, bebidas alcohólicas y abierta y provocadora  exhibición de armas de fuego conque familiares y amigos despiden de este mundo a  pandilleros y  vinculados al mundo del narcotráfico se han hecho populares, convirtiéndose en una forma (legítima o no)  de expresión  de duelo, y si ha ocurrido  así ha sido porque las autoridades responsables de impedir  esos comportamientos  no han hecho su trabajo oportunamente. Hay gente que se ha quejado de que la Policía  se limitara a servir  de escolta al  rumboso sepelio del jefe de una banda de delincuentes en Villa Consuelo,  donde   hasta se obligó a  comerciantes de la zona a cerrar sus negocios en  señal de forzoso duelo, pero que no dude nadie que si sus agentes hubiesen intervenido impidiendo  el entierro o  llevándose  el difunto para sepultarlo por su cuenta   todavía estaríamos  contando los muertos y heridos.  Fuera de discusión está que debemos sentirnos legítimamente ofendidos con  esos entierros que, insisto, se han convertido en costumbre  allí donde la violencia llegó para quedarse y convertirse en cosa cotidiana, pero no será encomendando a la Policía  que entierre a los que mata con tanta mano libre  que vamos a dejar de presenciarlos.

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