Qué se dice

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Reforma constitucional
A estas alturas del juego, pertinente es señalarlo, sorprende que todavía se le preste tanta atención a las recurrentes propuestas de reforma a la Constitución del senador perredeísta por Valverde César Augusto Matías, que en esta oportunidad ha sido definida como «descabellada» e «improcedente» por algunos de sus colegas legisladores, entre otros adjetivos calificativos que no vale la pena citar por ociosos y repetitivos. En esta oportunidad, para variar, el eje central de la modificación sugerida lo es la extensión del período para el cual fueron electos senadores y diputados a fin de unificar las elecciones congresionales y muncipales con las presidenciales, con un pretexto parido por las circunstancias del momento: la imperiosa necesidad de ahorrar combustibles que tiene el país.

El senador perredeísta, quien dice que no lo animan propósitos oportunistas pues tiene su reelección asegurada, no es político que se arredre ante un rechazo que no dudaría en calificar -a partir de lo que ha sido su experiencia legislativa- de momentáneo, convencido de que más adelante habrá oportunidad de volver a someter el engendro, con mayores probabilidades de éxito, a la consideración de sus compañeros congresistas, pues a veces ocurre que lo que ayer resultaba inoportuno y descabellado mañana puede ser razonable y hasta lógico. ¡Quién sabe!

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Del mismo palo
Dicen que no hay peor astilla que la del mismo palo, precisamente la razón por la que la cacareada renuncia de Gustavo Montalvo, ex director de la Unidad Técnica de la Comisión Nacional de Etica, no pasará sin pena ni gloria a pesar de los esfuerzos desplegados por los estrategas del gobierno por atenuar el impacto que tendrá en la imagen de una administración que no ha podido convencer a nadie de la sinceridad de sus esfuerzos por combatir la corrupción administrativa.

El doctor Octavio Líster, director del Departamento de Prevención de la Corrupción (DEPRECO), tuvo que emplearse a fondo para torear el acoso de los periodistas deseosos de saber si se tomarán acciones a propósito de las licitaciones que se dice fueron cuestionadas por el renunciante, pero al final logró escabullirse por la tangente lamentando la salida de la administración pública de «un compañero que ha sabido ganarse el respeto y el cariño por su comportamiento ético y transparente».

La solución que se ha querido buscar a la embarazosa situación provocada por Montalvo, según se ha sabido, es convencer al renunciante de que regrese al redil, pues se prefiere buscarle la vuelta a su intransigente «rocaizquierdismo» que dar marcha atrás a las operaciones que precipitaron los acontecimientos que hoy se lamentan. Así están las cosas.

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Mercados espontáneos
En un estudio elaborado por Ciudad Alternativa, como parte de los «análisis de coyuntura» que realiza el Centro Juan Montalvo, se afirma en una de sus conclusiones que las autoridades -gubernamentales y municipales- deben procurar la permanencia y regulación de los mercados espontáneos dado que influyen en el abaratamiento de los productos, pero más que nada -subraya el documento- porque son parte importante de una red que facilita la autogeneración de empleos.

A lo que el estudio de marras se refiere, para que nos entendamos mejor, es a mercados como el de las pulgas, actualmente en las intersecciones de las avenidas Independencia y Luperón con la autopista 30 de Mayo, a la altura del kilómetro 12, que tal y como está creciendo, de manera expansiva y caótica, muy pronto arrabalizará un área importante del Distrito Nacional, ante la mirada indiferente -¿o habría que decir impotente?- de las autoridades edilicias.

Ciertamente que el mercado de las pulgas, al igual que cualquier otro de su tipo, puede resultar beneficioso para miles de familias, algo a lo que nadie, en este pobre y jodido país, piensa oponerse, pero no tiene porqué ser también, a causa de la incapacidad de las autoridades para regular su operación, fuente de perturbación para quienes residen en los alrededores del kilómetro 12, o para los incautos automovilistas que cualquier domingo de estos se encuentran, de repente y sin estarlo esperando, en medio de una ruidosa barahúnda con pretensiones de mercado, de esos que tanto abundan de aquel lado de la frontera.

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