Qué se dice

Qué se dice

Aristipo y Chichí Bidó
Alguien debe decirle a Aristipo Vidal que él no tiene derecho legal a arrendar los bienes del Estado, patrimonios de todos los dominicanos, sin cumplir las normas de convocar concursos públicos. El Parador del Mar debe ser operado sobre la base de un arrendamiento ganado por concurso.

De lo contrario, el gobierno estará burlándose, otra vez, de una población que entiende que las autoridades están para cumplir y hacer cumplir la ley. Ojalá que don Chichí Bidó y su Comisión Ética se ocupen de esta planeada socarronería del director de Bienes Nacionales.

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Entre querer y poder

Roberto Rodríguez Marchena, portavoz gubernamental, ha dicho que las autoridades harán cumplir las disposiciones del plan de ahorro de combustibles pero se ha cuidado de explicar de qué manera, confiado talvez en que eso está, como se decía antes en la escuela, «tácito o sobre entendido». ¿Se atreverá el gobierno a enfrentar con la firmeza necesaria, llegadas las circunstancias, a los desafiantes empresarios del transporte que han proclamado, atento a ellos, que no acatarán algunas de las disposiciones de ese plan?

La pregunta anda rondando, hace rato, por algunas cabezas que albergan sus dudas sobre la capacidad de respuesta del gobierno ante esas eventualidades, pero que tampoco ocultan que quisieran ver un poco más de macana y menos de retórica en sus acciones, la vieja y eficaz receta que tan bien ha funcionado en este país en los últimos cien años, al menos para los que nos han gobernado, socios y secuaces.

Esas dudas, sin embargo, se aclararán pronto, más pronto talvez de lo que esa gente cree, pues no hay manera de que el gobierno saque adelante un programa de ahorro de combustibles riguroso y sin concesiones, como lo demandan las circunstancias, sino se aprieta a sí mismo el cinturón y se lo aprieta también al bravucón de más allá, le guste o no le guste y se llame como se llame.

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Balas que salvan vidas

A veces las soluciones a los problemas llegan de la forma más inesperada, como caídas del cielo, que tratándose de un problema tan perturbador como el de las balas perdidas, que entre abril y septiembre de este año han herido al menos a once personas, en su mayoría menores de edad, casi habría que admitir que no podía ser de otra manera. Un corredor de seguros acaba de sugerir a las autoridades que se permita la fabricación y venta de balas de «salva», de esas que solo provocan estruendo, para que las utilicen -de manera especial- los compulsivos gatillos alegre que no pueden beberse un par de tragos sin celebrarlo con una ruidosa fanfarria de disparos al aire.

Pedro Durán, el hombre de la oportuna ocurrencia, admite que es ilegal disparar al aire sin ninguna justificación, y hasta se muestra de acuerdo con la decisión de la Secretaría de Interior y Policía de limitar los permisos para porte de armas, pero también está consciente, al igual que muchos de sus conciudadanos, de que las autoridades no están en capacidad de evitar que tanto desaprensivo que anda por ahí amenice sus parrandas con una lluvia de balas, por lo que tal vez resulte más práctico, realista y saludable permitirle que se desahoguen sin que hagan daño a nadie. Hasta ahí hemos llegado.

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