Mala memoria.- Siempre se ha dicho que somos un pueblo con muy mala memoria, circunstancia de la que se han aprovechado con largueza y absoluta premeditación y alevosía nuestros políticos y sus secuaces circunstanciales, pero a veces llegamos tan lejos que alguien tiene que dar la oportuna campanada. Ahora resulta y viene a ser que la muerte, en circunstancias tan especiales, del convicto por narcotráfico Rolando Florián Féliz en la cárcel de Najayo, en San Cristóbal, ha hecho posible el milagro de que nuestras autoridades se enteren de los privilegios que existen en algunas de nuestras cárceles, del activo trasiego de drogas y de cuanta cosa sea de utilidad (para los que pueden pagar, por supuesto) para hacer más llevaderos los rigores del encierro, de la complicidad y el lucrativo tráfico de favores y encargos del que se benefician los responsables directos de la custodia de los reos y, naturalmente, la sobrepoblación, que Diario Libre ayer calculó, en todo nuestro sistema penitenciario, en un 400%, lo que simple y sencillamente se traduce en hacinamiento, insalubridad, y en fuente permanente de conflictos y recurrentes tragedias. Cualquiera diría que lo ocurrido en la cárcel de Higuey, donde murieron horriblemente calcinados 134 reclusos, ocurrió hace cuatro siglos y no en el 2005, o que las promesas oficiales de que allí se levantaría una cárcel moderna, cuya construcción todavía se está esperando, nunca se produjeron a pesar de que fueron recogidas profusamente por periódicos y noticieros de televisión, que al igual que como ha ocurrido con la muerte del conocido capo pusieron al desnudo las miserias y privilegios de un sistema penitenciario que a pesar de todo lo que ha cambiado de entonces para acá sigue siendo indigno de la condición humana.