El primer mes.- Si de algo ha servido este primer mes ha sido para convencernos de que el presidente Danilo Medina tiene, ciertamente, su propio librito, su forma particular de gobernar este complicado país, algo que de entrada y sin averiguar mucho hay que calificar de positivo, pues si alguna señal necesitábamos es la de que, al menos en las formas, muchas cosas van a cambiar en el gobierno.
La publicitada visita del mandatario a La Barquita, donde se reunió con líderes comunitarios para discutir posibles soluciones que deriven en el mejoramiento de la calidad de vida de sus residentes, es el mejor ejemplo de ese nuevo estilo de interactuar con sus gobernados, pues allí pudimos ver a un Presidente más cálido y cercano, disfrutando su baño de pueblo y dispuesto a escuchar, de sus propios labios, su interminable rosario de padecimientos.
Pero si nos vamos a poner a sacar cuentas o a pasar balance debo decir que un mes me parece demasiado poco tiempo para valorar algo más que no sean las buenas intenciones detrás de algunas de las primeras medidas, como es el caso del plan de austeridad con el que se quiere poner freno al dispendio de los funcionarios, o los decretos que apuntan a una mayor transparencia en el manejo de los recursos públicos. Por eso insisto en que lo más resaltable de estos primeros treinta días del gobierno de Danilo Medina es su notorio empeño en diferenciarse, con sus acciones y decisiones, del anterior inquilino del Palacio Nacional.