El grande se come al chiquito.- Los partidos minoritarios o emergentes, como se les llama ahora, están sufriendo en carne propia los efectos de un sistema político diseñado para favorecer a los grandes partidos, principales beneficiarios de los millonarios recursos que aporta el Estado para financiar la funcionalidad operativa de nuestra democracia, lo que quiere decir que los pequeños nunca pasarán de ahí, que sus dirigentes y militantes están condenados a no disfrutar nunca de las dulces mieles del poder, a menos que concurran aliados a los grandes y siempre a expensas de las migajas que reciban a cambio de esa alianza. La ley que crea el Diputado Nacional por Acumulación de Votos, producto de la nueva Constitución, ha sido la gota que ha rebosado la copa, pues según los partidos emergentes los ha dejado, como dicen por ahí, oliendo donde guisan, pues en esa ley habían cifrado sus esperanzas de que por fin les tocaría aunque sea un pedacito del pastel.
El grito, como era de esperarse, ha llegado al cielo y mucho más allá, pero a decir verdad la culpa no es toda de los partidos grandes, de un sistema o unas reglas de juego diseñadas para perpetuar su predominio en desmedro de las minorías, sino también del hecho de que los partidos pequeños han convertido en una práctica ser apéndices, bisagras, colchones o aretes de los grandes, en lugar de soltarse de la mano, apartarse de su sombra protectora y trillar su propio camino electoral para empezar a ganar espacios. Ahora resulta que si quieren aspirar a un Diputado Nacional están obligados a apostar a sus propias fuerzas y concurrir solos a los comicios, para tratar de alcanzar el 1% de la votación que los metería en el globo. No es una meta imposible, pero el tiempo perdido todos estos años en alianzas de conveniencia es ahora su peor enemigo. O sea que en la democracia dominicana, al menos por un buen rato todavía, el partido más grande va a seguir comiéndose al más chiquito. ¡Igualito que en la selva!