Con los brazos abiertos.- A pesar de que el fiscal del Distrito Nacional, Alejandro Moscoso Segarra, ha prometido manejar el asunto con mucha prudencia, no hay dudas de que los adquirientes de buena fe de los apartamentos de la Torre Atiemar, incautada por las autoridades por las vinculaciones de su propietario con un alijo de 1,200 kilos de cocaína que llegó a España procedente de República Dominicana, deberán pasar por un mal momento, empezando por tener que demostrar que los recursos con los que fueron adquiridos (cada apartamento está valorado en alrededor de US$1.5 millones) son de procedencia legítima. ¿Cómo es que ahora, después del palo dao, es que se sabe que el propietario de esa torre es prófugo de la justicia española por un supuesto fraude de 40 millones de euros o que su empresa inmobiliaria no aparece en el registro comercial español? Son preguntas que deben estarse haciendo, en estos momentos de angustia y preocupación, esos adquirientes.
Y es que otra vez vuelven a hacerse patentes las fallas de los organismos de seguridad, pero también las redes de complicidad que, desde distintas esferas de la autoridad, le acogieron y facilitaron las cosas, a tal punto que el Presidente encabezó la inauguración de la fastuosa obra. Ya ocurrió con los hermanos Benítez, que llegaron a la zona Este del país comprando propiedades millonarias a diestra y siniestra hasta que el país se enteró de la estafa que perpetraron contra el medicare norteamericano, con el prófugo José Figueroa Agosto, quien se dio la gran vida mientras dirigía desde aquí sus operaciones de narcotráfico, y con muchos otros delincuentes internacionales a los que hemos recibido con los brazos abiertos y sin hacerles preguntas, poniendo a su disposición el encanto de nuestras mujeres y nuestra música, sol durante todo el año, las playas más hermosas del mundo y una inmensa lavandería a cielo abierto de 48,000 kilómetros cuadrados.