El dinero plástico
El crédito bancario para consumo está siendo señalado insistentemente como un factor que en estos momentos podría estimular la demanda de manera significativa, lo que no se logra porque está sujeto a réditos muy altos. En esencia, la posición de los ejecutivos bancarios que defienden la libre fluctuación de las tasas que aplican a los tarjetahabientes es razonable. Pero aunque se demuestre que existe una diversidad de niveles en el cobro de intereses, como expresión de libre competencia, se da el caso también de que los costos de financiamiento por esa vía suelen ser el doble y el triple de los que imperan en otras latitudes, como Estados Unidos, para solo citar un ejemplo. Entre someterse a la usura del mercado informal de los prestamistas y endeudarse en dinero plástico existe cada vez menos diferencia en República Dominicana, y eso tendrá que cambiar, más tarde que temprano. Si la banca privada quiere desalentar la iniciativa legislativa orientada a bajar sus tasas mediante ley, debe flexibilizar y hacer menos gravoso el uso de tarjetas de crédito. Debe acogerse voluntariamente a la realidad y moderar su captación de utilidades en beneficio de su creciente clientela. Lo difícil sería convencer a la opinión pública de que el dinero plástico no está resultando demasiado caro.
Los jus de Alex
Al declararse, virtualmente, inelegible para el clásico mundial de béisbol en marzo próximo, el magnífico jugador Alex Rodríguez cae rendido ante su inevitable doble condición: él es dominicano por el jus sanguini, pero norteamericano por el jus soli, y lo es también deportivamente como producto de la sociedad en la que vino al mundo. Alex siente que traicionaría (¿o decepcionaría?) a cualquiera de sus condiciones ciudadanas si viste un uniforme que solo corresponda a una de ellas. No hay dudas, sin embargo, que en este magnífico atleta se manifiesta la fuerza de su nacionalidad fundamental, que es la dominicana. No necesitó nacer aquí para que se considerase (como él mismo dice) más dominicano que el plátano. Bastó que lo alumbraran en un hogar con los valores culturales y tradiciones de la lejana Quisqueya y en el seno de una familia que transmitió bien la dominicanidad emigrada. Juren que deben darse muchos casos parecidos de dominicanos que son de aquí y de allá al mismo tiempo, y a los que la vida pone a veces en dilemas.
Gatillos alegres
Qué bueno que las autoridades procuran inteligentemente sensibilizar a los ciudadanos contra el uso irresponsable de las armas de fuego. Los mensajes radiales en la voz del niño Joselito Hernández García, que perdió totalmente la visión a causa de una bala perdida, parecen eficaces para atravesar la dureza craneal de los tipos que suelen desenfrenarse en cada año nuevo disparando al aire y a los que conviene hacer entrar en razón. La propaganda al respecto debería ser reforzada con disuasivos policíacos y penales. Con medios científicos debe alcanzarse la meta de crear un amplio registro balístico que permita rastrear y localizar el origen de proyectiles utilizados para causar daños a la sociedad. Lo cierto es que las armas portadas ilegalmente (que escapan fácilmente a los controles ordinarios) no son las únicas que se emplean abusivamente, menos en un país en el que se autorizan irresponsablemente el porte y la tenencia. Gente amparada en licencias anda por ahí con pistola al cinto pero sin conciencia de los límites en que debe mantenerse con respecto del gatillo.