No olvidemos a las víctimas.- Tanto que hablamos y cantaleteamos sobre la necesidad de intensificar la lucha contra las drogas y el narcotráfico, de todo lo que habría que hacer para evitar que el flagelo siga dañando de tan mala a nuestra sociedad, y a la hora de aportar los recursos necesarios para de alguna manera resarcir esos daños los bolsillos se cierran, pero también los ojos y el corazón. Pareciera, en verdad, que se ha renunciado a pelear esa importante batalla, y que por lo tanto se da por perdida de antemano.
Instituciones como Hogares Crea y Casa Abierta, que no necesitan tarjeta de presentación para testimoniar su trabajo de años en la rehabilitación de adictos y su reinserción a la sociedad, no solo tienen que mendigar de manera lastimosa a los gobiernos, año tras año, los recursos que les permitan realizar mínimamente su trabajo, sino que tampoco reciben con la fluidez necesaria los que les otorga la ley de drogas, sea porque estos se extravían en los laberintos de nuestra justicia o, como ha ocurrido en el caso del Procurador General de la República, el doctor Radhamés Jiménez, con parte de los bienes incautados al ex capitán del Ejército Nacional Quirino Ernesto Paulino Castillo, se decide que es más importante y provechoso invertirlos en la consolidación del nuevo sistema penitenciario.
La lucha contra el flagelo de las drogas –vale la pena recalcarlo una vez mas– será larga, costosa y difícil y deberá librarse en distintos frentes, con particular énfasis en el preventivo, pero abandonar a su triste suerte a sus víctimas, que se multiplican como se multiplica en nuestra sociedad su maligna influencia, no solo equivale a desahuciarlas si no que supone también pedirles que renuncien a una aspiración tan cara a la humanidad cristiana como lo es la redención.