Por libras.-  Si alguien todavía tiene dudas del gran negocio que representa  el narcotráfico y las ganancias que genera solo tiene que prestar un poco de  atención a las declaraciones ofrecidas por  Orín Clinton Gómez, único sobreviviente a la tristemente célebre Matanza de Paya, al periodista Huchi Lora y su programa de radio.

Según el ciudadano nicaraguense, descargado recientemente por la justicia dominicana, nada tuvo que ver con la masacre que le costó la vida a siete ciudadanos colombianos ni con el cargamento de mil y pico de kilos de cocaína que provocó el “tumbe”, pues solo vino al país a recoger de 25 a 30 libras de dólares, encomienda por la que le ofrecieron como pago seis mil dólares. En esa capacidad de producir riqueza de manera casi instantánea, de la noche a la mañana, reside el gran atractivo del narcotráfico, pero también su gran poder de penetración y expansión, pues el poderoso caballero que es Don Dinero abre muchas puertas y compra muchas voluntades en un mundo tan materialista como en el que vivimos.

Tal vez sea ese mismo materialismo el responsable de que ya no  se disparen las alarmas sociales ante la impúdica exhibición de riqueza de la que hacen galas quienes se involucran en esa ilegal actividad, que en lugar de sancionar el éxito económico malhabido de esos personajes lo aplaudamos y festejemos (como ocurrió con  el prófugo José Figueroa Agosto y la gozosa  y divertida comparsa que le hacía el coro, incluídas las famosas champañeras) o que cerremos deliberadamente los ojos para no ver las inequívocas señales de su presencia a pesar de ser estas tan notorias y ostensibles como esas magníficas torres que se enseñorean, esbeltas y arrogantes en su lujoso esplendor, sobre el caótico paisaje citadino.