Señor Capicúa.-  La ambivalencia, el doble pespunte en el discurso político está haciendo escuela,  sobre todo entre los peledeístas, sin duda porque tienen entre sus filas al mejor de los maestros. El senador por Santiago Julio César Valentín, por ejemplo,  es un  aventajado cultor de esa modalidad discursiva, tan útil para triunfar en el baile de máscaras en que se ha convertido la política dominicana: ayer vaticinó que de inscribirse la candidatura del presidente Leonel Fernández ante el Comité Central  esta obtendría un apoyo mayoritario de sus miembros, pero como dijo desconocer que esa eventualidad se vaya a producir se mostró confiado en que “…no habrá un espectáculo negativo; seguiremos siendo el mismo partido que hace actividades ajustadas a la ley y a la Constitución”. En realidad se trata del viejo y conocido arte de quedar bien con Dios y con el Diablo, en este caso  con los que promueven la reelección del presidente Fernández y con el propio mandatario pero también con los que se oponen, tanto dentro como fuera del PLD, a una reelección que prohíbe  la Constitución.

Un relajo.-  Como no son tantas las empresas que se dedican a la fundición de metales o a su   exportación en el Gran Santo Domingo resulta relativamente fácil para  las autoridades determinar, “mediante una ardua labor de inteligencia”, cuáles son las que están comprando las tapas de las alcantarillas, lo que ha provocado que vuelvan a ser atractivas para  los ladrones. Y  si acaso esa labor de inteligencia no rinde los frutos esperados,  ahí están los persuasivos y eficaces métodos de interrogación que, desde siempre, utiliza la Policía cuando le interesa resolver un caso o encontrar rápidamente un culpable. El relajo en que se ha convertido el robo de las tapas de alcantarillas nos retrata como una sociedad donde el principio de autoridad, el respeto que deben inspirar los responsables de velar por la preservación del orden y la propiedad pública, ha dejado prácticamente de existir.