¿Por qué era guachimán?-. Es de lamentar, y mucho, la muerte a tiros de dos jóvenes, de 15 y 16 años, a manos de un primer teniente de la Fuerza Aérea, cuando estos se encontraban en una finca privada a la que penetraron para darse un baño en un riachuelo que atravesaba la propiedad. Sobre todo porque una vez mas vuelve a ponerse de manifiesto la facilidad conque miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional aplican la pena de muerte a supuestos delincuentes o personas a las que se acusa de la comisión de algún delito, en lugar de apresarlos y someterlos a la justicia como ocurre en los países donde impera un verdadero Estado de Derecho. Está clarísimo que el segundo teniente Rafael Sierra Pérez no tenía ninguna necesidad de matar a balazos, la mayoría por la espalda, a esos dos muchachos, ni tiene forma de justificar el que intentara ocultar los cadáveres para luego quemarlos y borrar las huellas de su crimen. Nuestros diarios intentaban ayer reflejar el horror y la indignación de familiares, amigos y conocidos de las víctimas, visiblemente conmocionados por el suceso, pero se quedaron cortos. Y es que no hay palabras capaces de describir en toda su dimensión el dolor de una madre que pierde a su hijo, sobre todo si se lo arrebatan en esas circunstancias. Para lo que no deben faltar ni palabras ni argumentos es para exigir que se aplique todo el peso de la ley al desalmado asesino de esos muchachos, a quien un juez impuso ayer un año de prisión preventiva en la cárcel de La Victoria, pero tampoco para reclamarle a la jefatura de la Fuerza Aérea que explique porqué un oficial de esa institución, cuyo entrenamiento, salario, avituallamiento y demás gastos en los que incurre la institución son pagados por los ciudadanos a través de los impuestos que nos cobran era guachimán en la finca de uno de nuestros tantos potentados, quien con toda seguridad puede pagar lo que sea necesario para proteger sus valiosas posesiones.