Conviviendo con la barbarie.- No importa cuántas veces ocurra, o si la víctima es un haitiano o un supuesto delincuente; tomarse la justicia por su propia mano es un acto de barbarie intolerable que debe producir el más absoluto rechazo de la sociedad dominicana, si es que todavía aspiramos a merecer que se nos considere una colectividad mas o menos civilizada y respetuosa de las más elementales normas de convivencia humana.
Lo ocurrido el fin de semana en Azua, donde una multitud sedienta de venganza dio muerte a golpes, tiros y pedradas a un ciudadano haitiano y su supuesto cómplice en represalia por la muerte de un joven de 18 años al que momentos antes habían intentado atracar, debería disparar nuestras alarmas, pues todo parece indicar que la sociedad dominicana se encuentra atrapada en una espiral de violencia de la que le será muy difícil salir.
La Policía acaba de anunciar que los hombres linchados en Azua formaban parte de una banda de atracadores, lo que en modo alguno puede suponer una excusa o justificación de su muerte a manos de la turba, pero nada dice de las versiones que dan cuenta de que a pesar de que la persecución y linchamiento de los fugitivos se prolongó por varias horas nunca apareció un miembro de la institución dispuesto a intervenir y evitar la desgracia, ni tampoco qué está haciendo para determinar responsabilidades en esos hechos. Y es que más allá de los comprensibles golpes de pecho que esas acciones provocan, o del espanto que sobrecoge a tanta gente que recién acaba de descubrir la violencia con la que convive a diario, la única manera de evitar que esos linchamientos se sigan produciendo —no me voy cansar de repetirlo— es procurando que se sancione de manera ejemplar a los culpables.