Por la tangente.- No estoy en la disposición de hacerle el juego a quienes, por malicia o miopía, quieren desviar la discusión o convertirla en una versión anacrónica de la guerra de los sexos, pues lo cierto es que nunca ha estado en cuestionamiento el derecho que asiste a la Primera Dama, como mujer y ciudadana, de aspirar a la Presidencia de la República, a diputada o regidora.
Lo que deberíamos estar dilucidando es si la doctora Margarita Cedeño de Fernández tiene la capacidad y la experiencia de Estado necesarias para gobernar este complicado país, si reúne méritos políticos, más allá de ser la esposa del Presidente de la República y del PLD, o si su candidatura es producto, como se alega, de una maniobra desesperada de los reeleccionistas en procura de seguir libando las mieles del poder, cerrándole de paso el camino a su archienemigo Danilo Medina.
Y, sobre todo, deberíamos estar preocupados por las consecuencias e implicaciones que sobre el partido en el gobierno –y de rebote sobre el resto de la sociedad dominicana y la endeble democracia sobre la que se sostiene– tendría la llegada en paracaídas de su precandidatura. Si otras fueran las circunstancias, pongamos por caso que el PLD estuviera en la oposición y Leonel Fernández no fuera Presidente, estoy seguro de que no habría tanto alboroto, ni estuviéramos discutiendo sobre su derecho a elegir y ser elegida, simplemente porque nunca hubiera llegado tan lejos si tuviese que competir en igualdad de condiciones con liderazgos partidarios muy bien cimentados.
Insisto: discutir si la Primera Dama tiene o no derecho a aspirar a la Presidencia es salirse por la tangente, como también lo es reducir el debate sobre su candidatura a un escarceo maniqueísta de naturaleza sexista, cuando lo que se cuestiona aquí es la truculencia conque ha saltado al escenario político nacional una candidatura que tiene como telón de fondo las ambiciones continuistas del Príncipe y sus no menos ambiciosos cortesanos.