De corrupción y campaña electoral.-Si la corrupción, la de antes y la de ahora, va a ser el tema central de la recta final de la campaña electoral nos vamos a entretener bastante, pero también tendremos la oportunidad de hacernos una idea aproximada (nunca será posible cuantificar, por mas cálculos que se hagan, la verdadera dimensión de un delito que se perpetra en las sombras) de la magnitud del latrocinio del que ha sido víctima el Estado dominicano por parte de nuestra rapaz clase política.
Contrario a los que reclaman que el proceso electoral se enrumbe por un cauce más civilizado, que los candidatos se concentren en debates y propuestas de lo que se proponen hacer si llegan hasta el Palacio Nacional, prefiero saber cómo de la noche a la mañana nuestros políticos se convirtieron en terratenientes, agroempresarios, agentes inmobiliarios, promotores turísticos, contratistas internacionales, banqueros y accionistas de nuestras principales empresas y corporaciones; en fin, en auténticos potentados que exhiben sin pudor ni vergüenza su riqueza, sin que la mayoría de ellos pueda explicar el origen de tanta abundancia ni nadie se lo reclame.
Por eso vuelvo y digo: prefiero que en esta campaña electoral se sepa, de una vez por todas, cuál de nuestros políticos es el más ladrón (en este país la palabra corrupto se ha convertido en un eufemismo y yo odio los eufemismos), quién le ha sacado mejor provecho a su paso por la administración pública, y en qué es más seguro (y más rentable) invertir lo robado. Así no tendrían ellos que seguir ocultando lo que realmente son, el verdadero propósito de su sacrificio por la Patria, y nosotros tampoco tendríamos que seguir fingiendo que creemos en sus mentiras tantas veces repetidas, en sus huecas promesas, en el falso futuro que nos ofrecen para luego alzarse con el santo y la limosna dejándonos con la cara larga y la esperanza hecha pedazos.