Qué se dice

Qué se dice

La gran familia.-  Se me antoja que en estos momentos la sociedad dominicana está dividida en dos grandes categorías claramente diferenciables, independientemente de los parámetros socio económicos, culturales, políticos, religiosos o deportivos, entre muchos otros, a los que puede recurrirse  para ilustrar nuestras muchas diferencias, a saber: los que están pegados de las pródigas tetas del Estado, se encuentren estas en el Gobierno Central,  los ayuntamientos  o el Congreso Nacional, paquete en el que hay que incluir  a sus familiares, amigos y compadres, y los demás mortales, es decir el resto de los ciudadanos –la inmensa mayoría— a los que se ha dejado a la buena de Dios, a los que carecen de padrinos y tienen que rascarse con sus propias uñas a la hora de las dificultades, o que tratan de salir adelante con un mal pagado empleo (si acaso lo tienen) que deberá servir además para dar una buena educación a los hijos y sobrevivir al intento; en fin, los que pasan las mil y una en medio de la precariedad perpetua de los servicios públicos, a lo que se suma  la sordera indiferente de los gobiernos que van y vienen, pues al fin y al cabo estos solo  se ocupan de los intereses a los que sirven.

Por eso no debe extrañarnos  que también los senadores, gracias al “barrilito” que tan generosamente pone a su disposición el presupuesto del Senado de la República, beneficien con empleos  a sus familiares más cercanos y hasta que incluyan a gente ya fallecida en esas nóminas (la fiesta es tan grande que hasta los muertos bailan), pues ellos también forman  parte la Gran Familia, de la casta de privilegiados que se benefician de un cargo público, con la ventaja  adicional de que pueden abusar de ese privilegio sin que constituya un delito penado por nuestras leyes. ¿Por ese tipo de democracia  fue por el que votamos? ¿En esa cínica francachela es que se invierten los impuestos que pagamos con tantos sacrificios? Definitivamente, así no fue que hablamos.

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