Negocios son negocios. Aunque resulte difícil de asimilar por tratarse de algo tan precioso como la salud, esa pareciera ser la divisa que inspira el accionar de las administradoras de riesgos de salud dentro de la seguridad social, precisamente la razón por la que su intermediación está siendo cuestionada por el ministro de Salud Pública, el doctor Bautista Rojas Gómez, quien dice estar dispuesto a ir hasta el Congreso Nacional a pedir que se les saque del sistema.
Ayer tronó contra las ARS, con su acostumbrada contundencia, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien pidió la intervención de las autoridades para evitar que estas dejen morir, por falta de atención, a las personas con enfermedades catastróficas o que requieren cirugías y procedimientos que no pueden pagar. Nadie duda que la seguridad social fue un gran paso que se dio en relación con otras épocas; es una de las grandes conquistas que en el mundo hay hoy día, el que la gente más desamparada pueda tener garantía de que pueda ser atendida. Sin embargo, me parece que ha habido un fallo en el campo de la seguridad social en cuanto a que las administradoras de riesgos de salud no siempre han cumplido con esa dimensión social.
No sé hasta dónde pueda convencerse a las ARS, a las que las farmacias (que acaban de sumarse al creciente coro de inconformes y quejosos) acusan de trabar su afiliación para la dispensación de los medicamentos de los seguros médicos, de que cumplan con esa dimensión social de la que habla el Cardenal, pero ya va siendo hora, cuando se cumplen diez años de la entrada en vigencia de la seguridad social en el país, de tomar el toro por los cuernos y corregir el sesgo mercurial que va tomando, aunque haya que ir al Congreso, como sugiere el ministro de Salud Pública, a exigir una modificación de la ley que garantice que el desmedido afán de lucro de algunos de sus actores no distorsionará el propósito de una conquista social tan importante.