QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
Armas al pecho.- Como de todas maneras, y gane quien gane, el país  tendrá que seguir adelante con sus esperanzas y tribulaciones a cuestas, lo mejor será  que nos ocupemos, cuanto antes,  de la inacabable lista de problemas por resolver, empezando por los más urgentes.

Es el caso, para citar tan solo un ejemplo, de la extraordinaria cantidad de armas de fuego en manos de la población civil y las funestas consecuencias de esa incontrolada proliferación, como quedó evidenciado con los incidentes violentos que coronaron el cierre de la campaña electoral, en los que murieron a balazos tres personas y otras cuatro resultaron heridas en enfrentamientos a tiros protagonizados entre militantes del PRD y el PLD. Precisamente toca a los políticos una gran cuota de responsabilidad en ese estado de cosas, no solo porque reparten armas a diestra y siniestra entre su militancia sin tomarse la molestia de averiguar si esas personas están aptas emocional y sicológicamente para asumir la responsabilidad de portar un arma de fuego, sino porque tampoco, cuando están en el poder, hacen nada ni con leyes ni con decisiones administrativas para poner freno a una situación tan peligrosa. El sonado caso  del dirigente izquierdista Fernando Peña, a quien el ex presidente Hipólito Mejía le “cargó” un fusil automático para que se defendiera de unas supuestas amenazas de muerte que estaba recibiendo es un buen ejemplo de la irresponsabilidad y ligereza conque nuestra clase política ha manejado el tema, pero también lo es el anuncio del secretario de Interior y Policía Franklyn Almeyda de facilitar armas de fuego a los ganaderos y productores agrícolas para que se defiendan del azote de ladrones y cuatreros. Es un problema muy difícil de solucionar, sobre todo  porque se dejó crecer hasta  niveles inmanejables, cuando ya no son posibles las soluciones radicales como el desarme total de la población, como propone el padre Luis Rosario, de la Pastoral Juvenil, pues deja sin resolver la cuestión más   importante. ¿Quién desarma a los bien armados delincuentes? Algo hay que hacer, sin embargo, y hay que hacerlo pronto. O dentro de poco los ciudadanos y las ciudadanas de este país tendremos que salir a la calle, además del paraguas (en este país el día más claro llueve) con el imprescindible chaleco antibalas.

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