Claudicación. Sino constituyeran una penosa claudicación, indigna de su cargo y responsabilidades públicas, podrían calificarse de risibles los argumentos utilizados por el Director General de Migración para justificar la inacción de las instituciones responsables de evitar que nuestras calles, sobre todo en las intersecciones de nuestras principales avenidas, se pueblen de pedigueños haitianos, incluídas mujeres con niños en brazos, pues según el funcionario esas instituciones han sido desbordadas por un problema que crece y se multiplica como la verdolaga.
El doctor Carlos Amarante Baret dice que los pedigueños se han burlado de Migración, de la que huyen como el diablo a la cruz cada vez que ven acercarse a las famosas camiona, en un juego del gato y el ratón que ha terminado cansando a las autoridades, que han optado por cruzarse de brazos. Migración no puede, lamentablemente, tener una guardia permanente de 6:00 de la mañana a 10:00 de la noche. Tenemos agentes de Migración, apenas unos 30 ó 40, en número limitado, y no los podemos poner en todas las esquinas, es imposible, son redadas que se hacen circulando, confesó el funcionario, resignado e impotente, al colega El Día.
Con razón el país ha sido testigo, gracias –hay que resaltarlo– a la indiferencia de nuestros gobiernos y la complicidad de productores agrícolas y empresarios de la construcción, entre otros, de la creciente haitianización de su aparato productivo, por lo que no está muy lejano el día en que haya tantos haitianos en el país que podrá hablarse con propiedad de una integración de hecho, como la que han proyectado y promovido las potencias que se han auto denominado Amigas de Haití con Francia, Canadá y Estados Unidos a la cabeza, materializando de paso el sueño de una e indivisible que acuñaron los forjadores de la primera república negra del mundo. Y sin disparar –que conste– un solo tiro.