QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
Rendimiento.-  Una de las condiciones que ha planteado el gobierno, como parte de su inflexible posición  frente a los reclamos  reivindicativos del Colegio Médico Dominicano, ha sido la de que cualquier aumento que se haga a los salarios de los médicos  tenga como base el rendimiento y, más que nada,  el compromiso de cumplir un horario mínimo de servicio  en los hospitales.

La propuesta   parece justa, tanto que resulta difícil de atacar desde todo punto de vista, algo de lo que parece estar consciente, incluso, un hombre  tan tozudo como el doctor Waldo Ariel Suero,  quien no debe ignorar que muchos médicos, tal vez demasiados, solo van a los hospitales un ratico,  amparados en la imperiosa necesidad, dada la “miseria” que ganan, de sobrevivir recurriendo  al pluriempleo. Puestas así las cosas lo lógico es que todos estemos de acuerdo, incluído el presidente Leonel Fernández, en que los médicos deben ganar un mejor salario, pero también en que se lo ganen con el sudor de su frente como Dios manda. Lo deseable sería, en realidad, que lo que se  exige a los médicos a cambio del aumento de sueldo que nadie duda merecen se haga extensivo a todos los servidores  del Estado, pues es la única garantía que tiene el ciudadano de que el dinero de sus impuestos es bien invertido. Eso incluiría a  funcionarios de nivel medio y alto, sin dejar a los electos por el voto  directo como   síndicos  y  regidores, y por supuesto  también a senadores   y diputados, que por cierto no han vuelto a dar un golpe jamás bajo la  excusa de que estamos en campaña electoral. Los legisladores, sin embargo, no son los únicos que se han amparado en esa banal excusa para faltar a su deber. ¿Quién mide el rendimiento de los funcionarios de alto nivel que  andan caravaneando detrás del presidente Fernández desatendiendo sus  responsabilidades? Si el gobierno consigue que los médicos se acojan a las nuevas reglas de juego  habrá dado un gran paso, pero es evidente que no son  los únicos servidores del Estado a los que hay que exigir cuentas por la pobre calidad de sus “servicios” y el tiempo que dedican a cumplir con ese “sacrificio”.

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