Qué  se dice

Qué  se dice

Los muertos de campaña.- Ya lo sabemos por amarga y dolorosa experiencia, pues hemos vivido tragedias similares en otros procesos electorales, simple y sencillamente porque no  hemos asimilado la lección: cuando las pasiones políticas se desbordan, exacerbadas por el alcohol o cualquier otro detonante de alta peligrosidad, no hay Pacto de Civilidad, o como quiera llamársele,  que sea capaz de contenerlas.

Un simple bandereo en la comunidad de San Víctor, en Moca, degeneró el pasado domingo en una  balacera entre militantes perredeístas y peledeístas  con saldo de un muerto, el primero de esta campaña y ojalá que sea también el último del que tengamos noticia. Claro está, esa es una responsabilidad que debe asumir –no hay de otra– el liderazgo de ambas organizaciones si se  quiere evitar que, a partir de lo que acaba de ocurrir en Moca, se impongan los sentimientos de venganza o de retaliación y a Dios que reparta suerte, una tarea nada sencilla cuando se piensa en la gran cantidad de armas de fuego (en muchos casos, como se dice ocurrió el domingo en San Víctor, repartidas por la  dirigencia de los partidos políticos) en manos de sus militancias.

En cuanto a las autoridades (léase tan solo Ministerio Público y Policía Nacional; para estas cosas no hay quien cuente con una Junta Central Electoral  que decidió motu propio amarrarse las manos) su principal desafío será asumir con seriedad e imparcialidad las pesquisas del caso, a fin de establecer las debidas responsabilidades y enviar a los imputados a la justicia. Esta sociedad no puede seguir aceptando como bueno y válido el bárbaro argumento, hijo legítimo de nuestro atraso institucional y político, de que los muertos de campaña no tienen dolientes.

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