Qué se dice

Qué se dice

Decir que la huelga programada para la próxima semana, que dejará desatendidos durante cinco largos días los hospitales públicos del país, constituye un crimen de lesa humanidad en perjuicio de los infelices que acuden a esos centros, tal vez no impida que la obsecada dirigencia del gremio siga adelante con su abusiva protesta, pero al menos servirá para recordarles la iniquidad de su lucha, pero sobre todo la insensatez de llevar a esos extremos su reclamo de unas reivindicaciones sin duda justas y merecidas, que ojalá pudieran hacerse extensivas a otros gremios profesionales tan necesitados y meritorios como los médicos y los demás trabajadores de la salud. Exigirles el cumplimiento del juramento hipocrático, el compromiso que entraña la profesión que eligieron, probablemente sea pedirle demasiado a un gremio que ha demostrado tanta insensibilidad y dureza de corazón.

[b]Prohibido prohibir[/b]

La ley 50-88 sobre drogas y sustancias controladas prohíbe, ciertamente, la promoción, propaganda o estímulo al consumo de drogas narcóticas, y es responsabilidad de la Dirección Nacional de Control de Drogas, así como de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos, velar por su cumplimiento y sanción. Pero ninguno de esos organismos, por más celosos que sean del cumplimiento de sus responsabilidades, puede actuar antes de que se cometa la infracción o el delito, como no puede la Policía Nacional apresar al ladrón antes de que cometa el robo. Si el famoso cantante de reguetón Tego Calderón, a quien la DNCD acusa de ser un promotor del consumo de drogas a través de sus canciones, viola nuestras leyes durante su presentación en el país, que se le sancione según lo que la propia ley establece, previa advertencia al propio artista y los promotores de su espectáculo. Salen sobrando, entonces, los aspavientos invocando las buenas costumbres, pero mucho más las odiosas prohibiciones que creíamos hace tiempo superadas.

[b]Culebreo[/b]

Aunque el Partido de la Liberación Dominicana lo niegue, con argumentos más o menos atendibles, lo cierto es que la crisis bancaria es un tema escabroso, demasiado sensible como para que su candidato presidencial, que no es completamente ajeno a esas culpas, según el Gobierno, se sienta cómodo batiendo un menjurje que huele tan mal. Por eso es comprensible que los peledeístas eludan tocar el tema o enfrascarse en un debate tan riesgoso y comprometedor, o que Reynaldo Pared Pérez, secretario general del PLD, se salga por la tangente con el alegato de que la catastrófica quiebra de tres bancos es competencia de la Justicia, y que corresponde a los jueces decir la última palabra. Antes había un refrán, muy popular entre nuestros abuelos, que quizá valga la pena recordar, a propósito de la negativa peledeísta a dejarse arrastrar a una confrontación tan riesgosa, políticamente hablando, como pretenden los astutos estrategas del PPH: culebra no se agarra en lazo.

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