Que entre el mar.- Bastaría una ojeada a sus adustos rostros, ausentes las sonrisas que mandaba la ocasión, para saber que todavía hay mucha distancia entre Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado, cuya fotografía, cogidos de la mano y alzados los brazos en señal de victoria, publicaron ayer en primera plana algunos diarios. Pero esas son cosas del pasado, y las heridas y resentimientos habrá que dejárselos al tiempo, que según dicen lo cura todo. Ahora es momento de unidad en el PRD, precisamente el mensaje que quisieron transmitir a los perredeístas y el resto del país los organizadores del acto de proclamación del ex mandatario, acto en el que Vargas Maldonado, en su calidad de presidente del PRD, propuso la amnistía y el regreso a la organización de Enmanuel Esquea Guerrero, con lo que removió el último obstáculo en el camino hacia la reconciliación de la familia perredeísta. En el PLD, paradójicamente, las cosas marchan en sentido contrario, pues ya no hay forma de ocultar las profundas diferencias que separan a los seguidores de Danilo Medina y del presidente Leonel Fernández, que con su decisión de declararse neutrales han generado gran descontento y malestar entre los pre candidatos, incluído –desde luego– el propio Medina, quien no tuvo reparos en llamarlos traidores. No hace falta ser un sesudo analista para saber que esa guerra de brazos caídos, como la llamó José Tomás Pérez, podría desalojar al PLD del poder. ¿Quién hubiera dicho que sería el PLD, y no el levantisco PRD, el que se vería amenazado por una crisis divisionista a las puertas de unas elecciones presidenciales? Son las vueltas que da la política criolla, todavía anclada en los vicios del pasado y territorio fértil tanto para el gorilón con uniforme como para el déspota disfrazado de demócrata de verbo elegante, y lo que hace que sea tan actual como siempre aquella histórica frase que tan bien retrata el caudillismo de ayer y de hoy: ¡Horacio o que entre el mar!