Qué se dice

Qué se dice

Con la espontaneidad y el desenfado que le han merecido el calificativo de atípico, que algunos juzgarán como un piadoso eufemismo, el presidente Mejía definió como una «debilidad que no se puede permitir» la decisión de la Secretaría de Medio Ambiente de autorizar la traída de 80 mil toneladas de desechos tóxicos desde Puerto Rico, por lo que deberán ser sacados del país de inmediato. Hablando ante un auditorio estudiantil en la Universidad Católica Madre y Maestra, pero siempre delante de los periodistas que le siguen a todas partes, el mandatario señaló que Medio Ambiente no debió ni siquiera permitir que ese material pasara cerca de las costas dominicanas, aunque calificó de exageradas las preocupaciones de los ecologistas del patio, «unos babosos por naturaleza que siempre quieren opinar de todo». Esperemos que la gente de Medio Ambiente haya tomado nota del presidencial boche, y proceda a devolver «esa basura» al lugar de donde la trajo.

[b]El mundo al revés[/b]

Cuando se pretendió, hace algunas semanas, castigar con la cárcel o la cancelación a los técnicos de la Contraloría General de la República que realizaron una auditoría en el Plan Renove, en estricto cumplimiento de su deber, que arrojó serias irregularidades en su manejo y administración, debimos haber interpretado adecuadamente esa inquietante señal, y adivinar que algo andaba mal. Así nos hubiéramos ahorrado, por lo menos, el asombro de enterarnos ahora que el sargento de la Policía Nacional que intentó impedir, junto a una funcionaria de la Dirección General de Aduanas, que un alto oficial sacara a la fuerza del aeropuerto Las Américas una maleta conteniendo joyas preciosas, está preso e incomunicado desde entonces en el palacio de la institución del orden. O sea que al que merece un premio se le castiga, y al que merece un castigo se le premia.¡Qué maravilla!

[b]Consumatum est[/b]

Solo faltó, para cerrar con broche de oro el santificado despojo, hacer la señal de la santa cruz al concluir la sesión, y que un sonoro amén, pronunciado a una sola voz por nuestros antiecológicos senadores, retumbara en la augusta sala de sesiones del Senado de la República. Utilizando como coartada una comunicación en la que seis obispos «recomiendan» reducir de un 30% a un 15% las áreas protegidas, los legisladores modificaron de manera sustancial, con el voto unánime de los veinte senadores presentes, el Proyecto de Ley de Areas Protegidas sometido al Congreso Nacional por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La hazaña legislativa sacrificará la mitad de nuestros parques nacionales, con todas sus implicaciones para nuestro futuro y el de nuestros descendientes, para permitir que se siga desarrollando, sin mayores obstáculos, el turismo, el nuevo paraíso terrenal que nos prometen nuestros pragmáticos obispos.

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