Qué se dice

Qué se dice

Todo el que ha vivido suficiente tiempo en este país debió haber sentido lo mismo cuando vio aparecer, en la pantalla de su televisor, a monseñor Agripino Nuñez Collado tan bien escoltado, sobre todo cuando empezó a hablar de rumores inquietantes que ponían en peligro la tranquilidad ejemplar conque discurrió el proceso electoral, y exigió -con la voz quebrada por la tensión nerviosa- respeto a la voluntad popular libremente expresada en las urnas. Ha ocurrido otra vez, pensaron de inmediato quienes sabían, por amarga experiencia, el sentido oculto detrás de sus palabras, tan dolorosamente familiares. Pero gracias a Dios, y a la oportuna intervención de nuestro mediador por excelencia, la sangre no llegó al río, y hoy podemos regocijarnos de haber salido más o menos bien librados de otro sobresaltado torneo electoral. Por eso es que, para estas fechas, tanta gente le prende un velón a San Agripino.

[b]El país, ante todo[/b]

A propósito de las reiteradas advertencias de los principales voceros del PPH, y hasta del propio Presidente de la República, sobre la ingobernabilidad que sobrevendría si el doctor Leonel Fernández ganaba las elecciones con el Congreso y los ayuntamientos del país «en contra», hay que decir, cumplido ese fatal designio, que tranquiliza escuchar al licenciado Tony Raful, presidente en funciones del PRD, ofrecer garantías de que su partido no está en ánimo de boicotear o socavar la gestión del próximo gobierno, sino de contribuir al mejoramiento del país. Ojalá que la humildad que hoy exhiben los vencidos dure lo suficiente como para que pueda traducirse en hechos concretos, o que por lo menos nos ayude a creer en la cantaleta, tantas veces repetida por nuestros políticos, de que el país está por encima de preferencias electorales o mezquinas querellas partidarias.

[b]Reforma a fuego lento[/b]

Como los mentideros políticos nunca se toman vacaciones, mucho menos en estos días post electorales, ya hay gente por ahí diciendo que a partir de ahora, consumada la contundente, total y definitiva derrota de la reelección del presidente Mejía, los cañones del PPH se enfilarán hacia el Congreso Nacional, donde se cocina a fuego lento una reforma constitucional alentada con el pretexto de unificar las elecciones congresionales con las presidenciales, con el premio adicional de añadir dos años al período para el cual fueron electos nuestros legisladores. Esa reforma, se alega, tiene ahora más sentido que nunca, sobre todo para quienes piensan que los resultados de las elecciones presidenciales son un claro anuncio de lo que vendrá en el 2006, cuando se celebren las congresionales y municipales y el PLD tenga la oportunidad de cambiar, si esos resultados le son favorables, la actual correlación de fuerzas en el Congreso Nacional.

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