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Tras las pistas de un crimen.- La Policía distribuyó a principios de semana un retrato hablado del sospechoso de asesinar al ingeniero Héctor Virgilio Ortega Castillo cuando este se encontraba en un gimnasio en el hotel Jaragua, pero resulta que ese retrato hablado a quien muestra es a un hombre con una cachucha y unos lentes oscuros puestos, es decir con la mayoría de sus rasgos fisonómicos ocultos, imposible de identificar sin esos accesorios y por lo tanto prácticamente inútil para lo que se persigue con su divulgación: establecer la identidad del asesino. ¿Por qué creen ustedes que en ninguno de nuestros bancos se permite entrar a nadie con lentes oscuros y cachucha? Porque podría tratarse de un eventual asaltante que ha tomado la previsión de ocultar su rostro para evitar ser identificado por las infaltables cámaras de vigilancia. Si ese retrato hablado es el único indicio concreto conque cuentan los investigadores policiales para realizar sus pesquisas hay que decir, lamentablemente, que tienen las manos vacías, por lo que solo les queda concentrarse en el círculo de relaciones del profesional, en determinar si tenía enemigos, problemas con alguien o algún pleito judicial pendiente; en fin, en intentar establecer los posibles motivos –el móvil– del crimen, haciéndose la pregunta que suelen hacerse los criminalistas en estas circunstancias: ¿quién se beneficia de la muerte del ingeniero Ortega Castillo? ¿Quién tiene motivos para pagar a un sicario para que le dé muerte? La Policía, que ha prometido una recompensa económica a quien ofrezca algún tipo de información que permita identificar al asesino sea a partir del retrato hablado distribuido o cualquier otra fuente, no tiene otro camino, si quiere resolver el caso, que intentar responder esas preguntas u otras que puedan surgir en esa misma dirección, pues se trata de un crimen que por sus características constituye un verdadero desafío a su cacareada capacidad técnica y profesional.