Alerta roja.- Cuando Fray Arístides Jiménez Richardson, coordinador de la Pastoral Penitenciaria, habla de las perversidades del viejo sistema penitenciario dominicano hay que asumir, por su nivel de involucramiento con esa dura y terrible realidad, que habla con absoluto conocimiento de causa. Solo que el sacerdote, que como buen pupilo del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez no tiene pelos en la lengua, fue mucho más lejos de lo que ya conocemos por experiencia propia como lo es la utilización de reclusos para la comisión de crímenes fuera de la cárcel (recuerden la muerte del senador perredeísta Darío Gómez) o el hecho de que muchos de los recintos son centros de consumo y expendio de todo tipo de drogas, al afirmar que esa estructura perversa desborda las fronteras del sistema y también del país ya que tiene ramificación y alcance internacional (?¿).
Y la culpa de toda esta situación, remacha, la tiene el Estado dominicano, que conduce una reforma penitenciaria que marcha a paso de tortuga por la falta de recursos y voluntad política, por lo que hasta ahora solo abarca el 18% de las prisiones. El tétrico panorama que pinta el religioso, del que la opinión pública tuvo la oportunidad de ver una pequeña pero ilustrativa muestra a raíz de la muerte del convicto por narcotráfico Rolando Florián Féliz en la cárcel modelo de Najayo, en San Cristóbal, bien puede servir como un llamado de atención, una especie de alerta roja destinado a las autoridades competentes, es decir las responsables de resolver el problema, pero también a la ciudadanía, que según Jiménez Richardson debería ser más activa y beligerante a la hora de recordarle al gobierno su responsabilidad de cambiar un estado de cosas que ofende la dignidad humana.