QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
Compás de espera.- El Colegio Médico Dominicano proclamó ayer que sus miembros se mantienen a la   espera  (ojalá se encuentren cómodamente sentados) de las propuestas del gobierno  en torno a su demanda de aumento salarial, entre otras reivindicaciones como la eliminación de la cuota de recuperación, la creación de al menos 1,600  plazas para médicos pasantes y la contratación de personal médico a través de concursos públicos.

Como esa espera, como todo parece indicar, puede llegar a ser bastante larga y aburrida, debería servir al menos para que los médicos y sus directivos, con Waldo Ariel Suero en primera línea, aprovechen  el tiempo para pasar balance a los resultados de su lucha reivindicativa y, por supuesto, a la validez de los métodos escogidos para alcanzar los objetivos que se persiguen con  esa lucha. Sería un ejercicio interesante que,  asumido con honestidad y sentido autocrítico, puede hacer cambiar muchas cosas, empezando por encontrar la  forma de exigir lo que creen merecer como gremio mediante otro recurso que no sea la paralización de los servicios que ofrecen en los hospitales públicos. Todo un país se lo agradecería.

 Protestas en la UASD.-  Muchos de los que tuvieron la oportunidad de ver por televisión las imágenes  que mostraban a un grupo de encapuchados incendiando neumáticos y arrojando piedras a la Policía y a cuanto vehículo se aventuraba a circular por los alrededores de la UASD quedaron mas que convencidos de que no se trataba, como se quiere hacer creer, de una protesta estudiantil en respaldo de la huelga convocada para hoy, sino de las acciones de un grupo de vándalos que finalmente logró conseguir, mediante el recurso de  la intimidación, que las autoridades universitarias suspendieran la docencia por 48 horas. Ha sido una victoria, vale recalcarlo, de los violentos e intolerantes, de los que no sienten ningún respeto por la universidad, pero mucho menos por el orden público o la propiedad privada, como lo demuestra el hecho de haber destrozado los cristales de cerca de 100 automóviles y minibuses, así como varias cabinas telefónicas,  en medio de su frenesí destructivo, y es lamentable que así sea. ¿Pero hasta cuándo?

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