Qué  se dice

Qué  se dice

Excesos policiales.- Tan mal no estamos que la jefatura de la Policía Nacional se tomó la molestia de enviar al general de brigada Franklyn Vittini Durán, Director de Asuntos Internos de la institución, a ofrecer personalmente disculpas al camarógrafo Santos Aracena y su madre, residentes en  Santiago, a quienes una patrulla policial que supuestamente perseguía a un supuesto –la redundancia es inevitable– delincuente los golpeó salvajemente y luego les pidió disculpas explicándoles  que se trató de una confusión.

Pero la “fuerza excesiva” empleada por esa patrulla, comandada por un oficial, contra dos ciudadanos indefensos y desarmados, uno de ellos una anciana de 78 años,  ha sido un acto de barbarie que no se subsana, desgraciadamente, con tan solo pedir disculpas, simple y sencillamente porque es el reflejo de un mal de fondo que no es posible seguir ignorando por más tiempo. Para colmo de males funcionarios, jefes policiales y corifeos bien remunerados hacen bembitas cada vez que los organismos internacionales  de derechos  humanos denuncian  los abusos y atropellos en que incurren esos mal llamados agentes del orden, un inútil (y estúpido) ejercicio de negación de la realidad equiparable a querer tapar el sol con tan solo un dedo.

Y es que   cuando uno se entera de la forma en que mueren muchos ciudadanos en los desacreditados (y letales) intercambios de disparos o constata con horror, como el caso de la paliza que recibieron  el camarógrafo de Santiago y su anciana madre, hasta dónde pueden llegar esos excesos,  se convence de que esas denuncias realmente se quedan cortas. ¿Cuánto más habrá que seguir esperando  la tan cacareada reforma policial?

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