Sicarios.- El sicariato, léase la industria de los asesinatos por encargo, es una realidad en la República Dominicana, y desgraciadamente todo indica que tendremos que aprender a convivir con una modalidad criminal que parece haber encontrado en nuestra sociedad y sus desigualdades crónicas las condiciones ideales para arraigar y reproducirse con facilidad. ¿De qué otra manera explicar que un muchacho de apenas 21 años tenga ya en su récord de asesino a sueldo la muerte de tres personas? ¿O que una muchacha inconforme con la forma en que su padre repartió una herencia encuentre tan fácilmente a quién pagarle para que lo asesine? Pero eso no es lo peor. Lo más inquietante es que la sobre oferta de individuos (incluidos miembros de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas) dispuestos a matar a otra persona a cambio de dinero ha deprimido los precios, abaratando por vía de consecuencia el costo de la vida humana, pues a cada rato leemos en las crónicas policiales sobre sicarios que aceptaron trabajos por una verdadera chilata, para decirlo en buen dominicano, y en ocasiones hasta fiao. Dicen los que saben de ese fenómeno criminal que el sicariato llegó el país de la mano de bandas colombianas de narcotraficantes que lo instituyeron como método expedito para eliminar competidores, pero también para ajustar cuentas o castigar de tan drástica manera los frecuentes tumbes de cómplices y asociados que se pasaron de ambiciosos. Pero a estas alturas estamos hablando de un servicio del que se vale todo aquel que en este país cree necesario enviar a alguien al otro mundo a precios realmente asequibles y competitivos, si me perdonan el sarcasmo. Si usted, querido lector, es de los que piensa que en este inseguro país donde la delincuencia no da tregua ni de día ni de noche la vida ya no tiene ningún valor, tengo que decirle, lamentablemente, que tiene usted toda la razón, y un chin más.