O jugamos todos… Es legítimo presumir que el gobierno estaba consciente, al momento de concertar el acuerdo con   los transportistas, de que otros sectores, igualmente golpeados por la crisis desatada por el alza de los combustibles, querrían también ser beneficiarios de igual tratamiento a partir de razones  tan válidas  como las de los llamados “dueños del país”. Y, efectivamente, así ha sucedido.

Quieren subsidio los industriales de Herrera, que  piden al gobierno que congele el impuesto que se aplica sobre el precio final del gasoil, la pequeña y mediana industria, que aspira a recibir un subsidio  más o menos similar al de los transportistas, y porqué no también los productores agropecuarios,  que en medio del desbarajuste se sienten completamente abandonados por la mano oficial, como abandonados se sienten también los productores de pollos y huevos, sin dejar de mencionar a los procesadores e industriales de la harina,  que amenazan con dejar flotar el precio del pan nuestro de cada día bajo el argumento de que el subsidio que reciben del gobierno no es rentable porque no alcanza ni para cubrir sus costos operacionales, y es probable de que antes de que termine la semana se sumen a ese coro hasta los vendedores del mercado de las pulgas, quienes dicen estar desesperados con la caída de sus ventas.

Por supuesto que el gobierno no puede complacerlos a todos, la sábana no alcanza para tantos, pero debe encontrar la forma de explicarle al país, de manera convincente, porqué privilegia a  los transportistas si se supone que gobierna para todos y que, al menos en teoría, todos debemos ser medidos con la misma vara. ¿O acaso su reconocida capacidad  para alterar la paz pública, trastornar la vida productiva del país o poner en jaque la gobernabilidad  los  ha colocado   en capacidad de tumbarle el pulso a nuestros gobiernos? ¿Cuál de todos esos sectores, discriminados por la gracia oficial, será el que se atreva a recordarle  al gobierno que aquí debemos jugar todos o se romperá la baraja?