Qué se dice

Qué se dice<BR>

 Perogrullada.-  Decirlo a estas alturas es, por razones que saltan a la vista, una perogrullada, pero callarlo es –por las mismas razones– una irresponsabilidad: si la crisis entre Haití y la República Dominicana a causa de la prohibición  a la importación de pollos y huevos se agudiza y complica los más perjudicados serán los pobres de este y aquel lado de la frontera, como nos recordaba ayer el padre Regino Martínez, director del Centro de Solidaridad Fronteriza y siempre atento a sus cartones. Con gran retraso estamos descubriendo  la doble cara de la diplomacia haitiana,  y no precisamente por culpa de nuestros vecinos, por lo que mal podríamos ahora pretender compensar la histórica displicencia  conque hemos manejado esas relaciones con decisiones precipitadas, tomadas al calor de los acontecimientos, que solo empeorarían aún más las cosas. Si fuimos tan cándidos como para enviar una misión de alto nivel a Haití a pedir unas explicaciones que los haitianos no quieren ofrecernos, no podemos pasar  al otro extremo solo por reflejo condicionado o –peor todavía– para complacer al nacionalismo radicalero tan peligroso en estas circunstancias. El gobierno dominicano debe saber que es momento de tomar las cosas con calma y sangre fría, pero también de aplicarle a los haitianos un principio que si bien no es precisamente muy diplomático podría ser muy útil y práctico, de ahora  en adelante, en nuestras relaciones: como me tratas, te trato.

Una tomadura de pelo.- A tal punto nos han tomado el pelo las autoridades haitianas con la prohibición unilateral y medalaganaria a la importación de pollos y huevos, que solo les falta decirnos que la veda realmente obedece a su preocupación  por los altos niveles de colesterol de la población. ¿Y saben qué? A tal punto hemos hecho el papel de pendejos en este drama de amor y desamor que somos capaces de creérselo.

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