Cabos sueltos.- La sorpresiva revelación de que una funcionaria de la Unidad Antilavado de Activos, a la que un reportaje de Nuria Piera evidencia como adquiriente de bienes cuya propiedad verdadera se atribuye al fugitivo narcotraficante boricua José David Figueroa Agosto, podría ser interpretada como otra señal de que en ese expediente no están todos los que son ni son todos los que están. ¿Cómo es posible que esa funcionaria le comprara a Mary Peláez, a quien las autoridades señalan cono testaferra del fugitivo, una yipeta considerada como cuerpo del delito? ¿No llamó la atención de las autoridades una operación tan sospechosa?
Desde el principio se tiene la impresión de que las investigaciones en torno a Figueroa Agosto y la red delictiva que se supone dirigía en República Dominicana tienen demasiados cabos sueltos, que faltan un montón de implicados, tanto de los que tuvieron algún tipo de relación comercial con el fugitivo (testigos coinciden en señalar que el boricua tenía siempre una trulla de gente detrás deseosa de hacer negocios con él) como de los que le ofrecieron protección o le sirvieron de facilitadores de sus actividades, que probablemente son los mismos a los que agentes federales boricuas acusaron de entorpecer su captura filtrando a los medios de comunicación informaciones relacionadas con su persecución. El doctor Radhamés Jiménez, Procurador General de la República, ha querido restarle gravedad al asunto calificando la actuación de la funcionaria como una simple falta a la ética, pero una justificación tan simplista (para no decir otra cosa) solo contribuye a reforzar la percepción de que no se nos ha dicho la verdad completa, pues solo basta escarbar un poco –como acaba de hacer Nuria Piera– para confirmarlo.