Un muerto sin dolientes. El hecho de que Ignacio Ditrén, el director de la OMSA, no aparezca ni en los centros espiritistas así sea para que firme el acta de defunción confirma la generalizada percepción de que ese muerto no tiene dolientes, no obstante las declaraciones recientes del ingeniero Diandino Peña, director de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET), dando garantías de que la OMSA no dejará de ofrecer su valioso servicio y que, por el contrario, se cuenta con ella para operar algunas de las rutas alimentadoras del Metro de Santo Domingo.
¿Cómo dar por buenas y válidas esas declaraciones si todavía sigue sin aparecer la carta de crédito que permitiría que lleguen al país 125 autobuses que se encuentran varados en Brasil desde hace casi tres meses? El Fondo de Desarrollo del Transporte (Fondet), el mismo AMET de tan ingrata recordación pero con otro nombre, inició ayer la licitación para adquirir 100 autobuses que servirían en la ruta alimentadora de la estación Mamá Tingó, de la línea uno del Metro de Santo Domingo, pero no aparece nadie que saque la cara por la OMSA o que se atreva a decir, abierta y francamente, que se ha decidido dejarla morir de muerte natural, como otro mas de los tantos fallidos esfuerzos de nuestros indolentes gobiernos por dotar a la población de un eficiente servicio de transporte de pasajeros.
Hay quien opina, sin embargo, que para colocar a la OMSA en capacidad de ofrecer el servicio que realmente demanda la población necesitaría, por lo menos, 800 nuevas unidades, lo que coloca sus dificultades en una dimensión en la que solo puede actuar la mano casi milagrosa del presidente Fernández. El problema es que tampoco hay evidencias de que al mandatario le interese preservar ese servicio, pues si así fuera hace rato que su gobierno, tan pródigo y generoso en materia de subsidios, hubiera actuado en consecuencia, rescatándola del vergonzoso estado de abandono en que se encuentra.