Libertad de qué.- Las pretensiones de una asociación de transporte que opera en Bayahíbe y La Romana de imponer un monopolio que impida a los hoteleros de la zona contratar otros servicios o transportar ellos mismos a sus empleados constituye una gran prueba para este gobierno y, sobre todo, para la autoridad que se supone encarna y representa.
Tradicionalmente, nuestros gobiernos han sido demasiado débiles o complacientes con los transportistas y sus sindicatos, a los que han preferido sobornar con prebendas, exoneraciones y otros privilegios en lugar de someterlos al imperio de la ley, con lo que han terminado afilando cuchillos para sus propias gargantas, pues hoy por hoy esos transportistas y sindicatos –bautizados muy apropiadamente como los dueños del país– hacen prácticamente lo que les da la gana con total impunidad.
Por supuesto, el gobierno tiene que encontrar la forma de someterlos a la obediencia, de obligarlos a cumplir y respetar las mismas reglas y normas que estamos obligados a cumplir y respetar el resto de los ciudadanos de este país, sin caer en excesos tan penosos y lamentables como el del coronel de la Policía Nacional que aparece en un video golpeando con una macana a un grupo de motoconchistas que protestaba frente a la gobernación de El Seibo por los maltratos que reciben de los agentes de Amet.
Hoy son los empresarios agrupados en el Conep los que se quejan de lo que ocurre en la zona Este en perjuicio de los hoteleros, pero mañana pueden ser los industriales o los importadores, pues no hay forma de sacar una mercancía de nuestros muelles si no es a través del monopolio impuesto a sangre y fuego por Fenatrado . ¿Puede un gobierno incapaz de garantizar el respeto a derechos tan elementales como la libertad de contratación de servicios o el libre tránsito seguir hablando a boca llena de progreso, modernidad y demás inalcanzables pendejadas?