De fuera vendrán.- Algunos sectores de opinión han expresado su alarma, que en algunos casos ha devenido en crítica abierta y descarnada, por la decisión del presidente Leonel Fernández de supeditar la construcción de la cementera que se pretende instalar en las proximidades del parque Los Haitises a los resultados de un estudio que se solicitó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pues entienden que constituye una renuncia al soberano derecho de tomar decisiones que competen, única y exclusivamente, al gobierno dominicano y a sus autoridades.
Tal vez olvidan esos críticos que la Pastoral Ecológica de la Iglesia Católica fue la primera que planteó la necesidad de recurrir al arbitraje de un organismo internacional, lo suficientemente distante y ajeno a los intereses contrapuestos alrededor de la instalación de esa polémica cementera, como para estar en capacidad de hacer una recomendación objetiva y apegada a los hechos moleste a quien moleste.
Esos fueron, en esencia, los mismos argumentos esgrimidos por el mandatario para explicar la decisión, calificada por sus críticos como un mal precedente de cara a futuros conflictos, sobre todo los de índole migratorio y todo lo que tiene que ver con el eterno problema haitiano, pero esa coincidencia no es graciosa y mucho menos fortuita; obedece, fundamentalmente, a un mal que se arrastra de viejo y que se agudiza, para nuestra desgracia, con el paso del tiempo y de los gobiernos: la poca confianza y credibilidad que inspiran nuestras instituciones.
¿Habrá algún día que recurrir, como se teme, a un organismo internacional para que nos resuelva el problema de los haitianos ilegales, los mismos haitianos que, a estas alturas, todavía no hemos podido siquiera contar? No sé si en el futuro seremos capaces de llevar ese asunto tan lejos, pero si alguna vez ocurre espero que seamos lo suficientemente honestos como para no salir a buscar a los culpables más allá de nuestra secular indolencia.