Qué se dice

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El que la hace…
El licenciado Francisco Javier García se mostró ayer partidario de que la Refinería Dominicana de Petróleo (Refidomsa), a la que acusa de haber incurrido en la “negligencia imperdonable” de permitir que saliera al mercado un producto sin la calidad requerida, sea la que pague los daños a los propietarios de los automóviles afectados por la utilización de gasolina “no tratada”, a pesar de que hace tan solo 24 horas que la Secretaría de Industria y Comercio contrató un auditor externo para investigar junto a sus técnicos lo sucedido.

Tranquiliza, sin duda, que alguna autoridad salga oportunamente a dar la cara para ofrecer alguna explicación a la ciudadanía, que otra vez, debido a su absoluta indefensión, ha vuelto a ser sorprendida en su buena fe. Más tranquilos estaríamos, sin embargo, si fuera la propia Refidomsa la que asume la responsabilidad por los daños causados y anuncia que indemnizará a los afectados, sobre todo porque la experiencia con la fuga del gas mercaptano, que hace un par de meses provocó pánico en la población y obligó al internamiento de cientos de personas, sobre todo niños, hace temer que, al igual que aquel maloliente follón, este nuevo escándalo no pasará de un costoso disgusto del que nadie se hará finalmente responsable.

Entre socios

  Sea o no verdad que Refidomsa se encargará de indemnizar a los automovilistas afectados por la gasolina “no tratada”, que a juzgar por los reportes recibidos hasta ahora podrían contarse por miles, no hay que perder de vista que resarcir económicamente a toda esa gente no es algo muy fácil de hacer, empezando por las dificultades de crear, de un día para otro, un mecanismo que permita realizar un registro veraz y confiable de las personas afectadas. ¿Imaginan lo que pasaría si se pusiera un anuncio pidiéndole a todo el que se le dañó la bomba de gasolina acuda a tal o cual sitio a inscribirse en una lista de reclamantes? Esas dificultades, sin embargo, no significan que las autoridades renuncien a su obligación de establecer las debidas responsabilidades, con sus correspondientes sanciones, en este nuevo escándalo, aunque se trate de un socio definitivamente estratégico y con tan malas pulgas como el que tiene el Estado dominicano en Refidomsa.

Codicia

  Siempre se ha sabido que donde quiera se cuecen habas, pero no está de mas que, de vez en cuando, recordemos esa gran verdad, aunque el propósito no sea, en modo alguno, utilizarla a modo de consuelo, como suelen hacer los tontos. Por lo menos 49 personas acaban de ser acusadas por las autoridades federales de Estados Unidos, involucradas en un plan para robar fondos de ayuda destinados a las víctimas del huracán Katrina. Se trata, sin duda, de un despojo imperdonable, agravado por las circunstancias de las víctimas, pero que por encima de todo evidencia que la codicia humana no conoce límites ni fronteras, tampoco de razas o lenguas, no importa si hablamos de un país rico y poderoso como Estados Unidos o del paupérrimo Haití, la cenicienta del continente americano, donde sus corruptas élites se han embolsillado millones de dólares de ayuda internacional destinada a redimir la inacabable miseria de su gente.

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