Un juez muy especial.- Si a usted le dicen que el Pleno de la Suprema Corte de Justicia destituyó a un juez en Pedernales por haber cometido faltas graves en el ejercicio de sus funciones, en abierta violación a la Ley de Carrera Judicial, probablemente no le preste demasiada atención al hecho, si acaso para detenerse un momento a pensar que en la nueva justicia sigue habiendo jueces que deshonran la majestad de su investidura, pero también que existe una vigilancia y un control de sus acciones y su comportamiento, tanto dentro como fuera de los tribunales, que permiten sacarlos de circulación tan pronto se pasan de la raya.
La cosa se complica cuando a usted le dicen que, entre las faltas graves que se le atribuyen al juez destutanado, están el haberle propinado sendas golpizas tanto a su esposa como a su querida, herir de bala a un haitiano en un incidente todavía no esclarecido, utilizar las pruebas de los procesos bajo su conocimiento en su propio beneficio, incluída una porción de la cocaína ocupada a dos acusados de tráfico de drogas que se llevó para su casa para que su madre la conociera, una madrugada se paseó borracho y en compañía de dos prostitutas por las calles de Pedernales haciendo disparos al aire, y para colmo se dedicaba a sembrar la discordia y la desarmonía entre los empleados y funcionarios del tribunal donde trabajaba (a estas alturas creo haberme ganado el derecho a poner esas comillas). Una vez conocidas las extravagantes andanzas de ese magistrado, que más bien parecen salidas de un traspapelado capítulo del Cien Años de Soledad que inmortalizó a Gabriel García Márquez, tiene uno que preguntarse, y de paso preguntárselo al doctor Jorge Subero Issa: ¿Para dónde es que vamos?