Qué se dice

Qué se dice

Cielos abiertos
Teniendo en cuenta nuestra política de cielos abiertos, valga la ironía, al narcotráfico internarcional o cualquier otro trasiego ilícito que requiera, para garantizar su clandestinidad, volar a baja altura sin la impertinente presencia de radares especializados, hay que considerar el reciente hallazgo de una avioneta abandonada en la Autovía del Este, la segunda que aparece en suelo dominicano en los últimos diez días, como una pequeña muestra, la inquietante punta de un iceberg que oculta a los ojos su dimensión más peligrosa y amenazadora.

La DNCD y los organismos de seguridad de las Fuerzas Armadas intentan determinar qué tipo de carga traía la aeronave, así como localizar a sus eventuales ocupantes, pero es probable que terminen con las manos completamente vacías, igual como ocurrió con la avioneta que también aterrizó, en agosto pasado, en la autovía del Este, y de la que todavía no se sabe absolutamente nada. ¿Cuántas aeronaves aterrizan con su carga cada semana, cada mes o cada día en nuestro territorio? Eso nadie puede saberlo ni determinarlo, precisamente la razón por la que es tan urgente dejar sin efecto esa inconveniente política de cielos abiertos e instalar cuanto antes esos radares.

Dolor de cabeza

Todo indica que el vertedero de Rafey seguirá siendo un insufrible dolor de cabeza para los santiagueros, a juzgar por el rumbo que llevan las discusiones en busca de una solución a un problema que no solo es ambiental sino también de salud pública. El sector empresarial sigue cerrado a banda a la decisión del gobierno de mantener a Rafey en operación al desestimarse, por razones medio ambientales, la construcción de un relleno sanitario en la comunidad El Naranjo, y hasta se atreve a refutar públicamente los criterios técnicos de la comisión oficial que tomó esa decisión. Para complicar aun más las cosas la idea de construir un relleno sanitario común para las provincias de La Vega, Espaillat, Salcedo y Santiago, calificada de «interesante» por algunos síndicos consultados, no parece tener suficiente impulso para llegar a ningún lado. Y es una verdadera lástima, sobre todo porque el indetenible empuje y dinamismo económico de la región obligan a ir pensando en soluciones cada vez más integrales de cara al futuro.

Ni tan Diandino

Si hay una cosa de la que se queja gente en capacidad de opinar con conocimiento de causa sobre la conveniencia o no de construir un metro en Santo Domingo, a propósito de la atropellante prisa conque ha sido acometida esa mega obra, ha sido de la ausencia de un debate técnico, entre entendidos y especialistas, que permitiesen por lo menos contrastar propuestas, opiniones y soluciones, en un escenario abierto y público, aunque solo fuera para cubrir lo mejor posible las debidas formas. Se prefirió, en cambio, encandilar la imaginación de los representantes de los distintos sectores a los que se decidió mostrar, con el mágico auxilio del data -show, la virtualidad de una obra ciertamente grandiosa y muy bien concebida, pero ante un auditorio que, por su completa ignorancia del tema, nunca estuvo en capacidad de rebatir ni objetar nada. Así se hizo y así habrá que aceptarlo, como habrá que aceptar también que nos encaramen en un metro sin ni siquiera preguntarnos para dónde vamos, pero calificar de «políticas» o «perversas mentiras» las críticas de carácter técnico o científico, válidas o no, que se están formulando a una obra pública que como quiera va p’lante, muestra una faceta de la personalidad del cordial y eficiente Diandido Peña que hasta ahora no conocíamos.

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