Qué se dice

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La piñata.- Una de las descripciones  más acertadas de la relación entre el Estado dominicano y los políticos que, cada cuatro años, lo administran, es el conocido juego de la piñata, la que a golpe de palos, pero sin la tradicional venda en los ojos, le extraen sus riquezas para repartírselas a su mejor conveniencia. Ejemplos de ese reparto alegre y desenfadado de los bienes del Estado entre nuestra clase política y sus cómplices de circunstancia son tan abundantes como conocidos, pues se han producido a la vista de todos y en la más absoluta impunidad.

El más reciente de esos ejemplos es lo que ha ocurrido con el vacacional Ercilia Pepín en Jarabacoa, construído por el doctor Joaquín Balaguer para solaz de los empleados públicos,   cuyas cabañas  el actual director de Corpohotel, Bienvenido Pérez, decidió traspasar, sin que mediara concurso o licitación pública alguna,  a legisladores, militares, funcionarios y periodistas, en una acción indefendible por ilegal e inconstitucional.

En esta ocasión, sin embargo, el reparto de la piñata tiene un ingrediente novedoso y, precisamente por eso, digno de ser resaltado: la inclusión como beneficiarios de  connotados periodistas y comunicadores, con el perverso y claro propósito de asordinar  o silenciar eventuales críticas o cuestionamientos en caso de que, como acaba de suceder gracias a un reportaje del programa “El Despertador” que producen Marino Zapete y Edith Febles, se haga de conocimiento público. ¿Cuándo nos convertimos, nosotros los periodistas, en parte de un problema –el saqueo de los bienes del Estado– que deberíamos ser los primeros en  denunciar, censurar  y criticar?  Definitivamente, mis queridos lectores, esta baina se jodió.

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